De la Oscuridad a la Luz

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Luego de unos días, Helena y el resto del grupo debía partir.
-Entonces, es la hora de la despedida- dijo con pesar la princesa Ammía.
-Mi misión aún no está completa- contestó con tristeza Helena tras abrazarla- pero prometo volver pronto.

-Ambos debemos regresar a mi reino- dijo Enzo al acercarse un poco más- encontrar alguna pista de algo que tengo en mente y podría ser útil.

-Gerardo tú te quedas ¿no? Al igual que Leonardo- dijo la princesa con mirada expectante, sin embargo, el arquero la tomó de las manos y negó con la cabeza- yo tengo un propósito mi querida princesa, vengar a mi hermano. Pero, viajaré por mi cuenta.

-Los voy a echar de menos- tras decirlo, la princesa no pudo evitar sollozar- espero volver a verlos.
-Yo me quedo- dijo Leonardo y le sonrió con ternura a Ammía quien rió y se secó las lágrimas.
-Leonardo por favor, cuida de ella el tiempo que estés acá- le previno Helena y el guerrero asintió.

En ese momento descendía Pegaso dando círculos para posarse con gracia al lado del príncipe Enzo.

Helena aprovechó la ocasión para despedirse de la reina Aziza y a parte del faraón Akil quienes murmuraron y luego se distanciaron.
-Estaremos agradecidos por la eternidad- decía la reina- por habernos devuelto a nuestra hija.
-Buen viaje a todos- añadió el faraón y tras subir a Pegaso, Enzo y Helena volaron por el cielo hasta perderse de vista, mientras que Gerardo subió a un barco que lo llevaría a otras tierras.

La princesa Ammía y Leonardo quedaron viendo el horizonte deseando que una vez más, pudieran volver a reunirse todos.

Meses después...

En la tribu de Apala, misteriosos seres rodaban por los alrededores, los pobladores les llamaban las sombras, ya que no se mostraban a la luz y generalmente los diversos ataques ocurridos a los nativos, era de noche o en lugares donde la luz era escasa.

Por órdenes del emperador de la tribu, Apala no debía exponerse, aún así la joven se las arreglaba para verse con su misterioso amigo Abelardo.

-¿Sabes algo Apala? Antes de conocerte, tenía en mente un propósito- decía Abelardo recostado de unos arbustos, oculto de la visión de la joven aborigen- pero, las cosas han ido cambiando.

La muchacha no pudo evitar dejar escapar una sonrisa de alegría por tales palabras.

Me agrada escucharlo y no sabes cuánto- dijo con timidez Apala y la brisa movió su cabello. Aquella linda persona estaba allí confiando en él, pensaba Abelardo al verla.

-Lamento no haber hecho esto antes- dijo el centauro y poco a poco salió de las sombras ante la mirada de sorpresa de Apala, pues nunca antes había visto a una criatura como su amigo.

-Si me temes lo entenderé Apala, no soy humano ni bestia, estoy entre ambos aunque te juro que antes fui humano.
-Ahora veo tus motivos para estar oculto- dijo Apala con serenidad, se levantó de la roca donde estaba sentada y dió pasos hacia Abelardo, cuyo rostro era reflejo de incomodidad y casi desprecio por sí mismo.

Apala miró fijamente a su amigo, lo evaluó y al ver la expresión de tristeza de Abelardo, se acercó a él, estiró su brazo y acarició su mejilla, jugando con la barba incipiente.
-Mírame Abelardo- le pidió Apala y él la observó y ella sonrió- no importa que tengas esta apariencia o la de un humano. Nada cambia, para mí, sigues siendo Abelardo.

Abelardo gustoso tomó con delicadeza la silueta de Apala y la acercó a él en un intento de abrazarla pero él era mucho más alto que ella y ambos sonrieron ante aquel gesto gracioso.
-Gracias por no rechazarme.
-Te agradezco porque me diste la confianza para mostrarte, eso quiere decir que me aprecias.

La Reina de la Magia Oscura (La Confabulación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora