Luto

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-¡No estoy dispuesto a eso que me pides Ammía! Pero ¿cómo es posible?
-¿Qué está pasando acá?- quiso saber la reina Aziza al escuchar lo encolerizado que su esposo estaba con Ammía- explícame Akil.

El faraón miró a su esposa y se autocontroló respirando con dificultad por la cólera.

-Papá quiere confrontar abiertamente a Ágatha por lo que me hizo. Está dispuesto a enviar tropas y destruir todo a su paso mamá- explicó la princesa egipcia- y yo le dije que estaba en contra de tal acción.

La reina miró a su hija y a su esposo con semblante serio casi amenazante por lo que ambos se incomodaron e hicieron a un lado su riña.

-Entiendo la posición de tu padre, está dolido por el engaño que esa mujer nos jugó, le duele que nos haya hecho creer que habías muerto. También, cómo líder debe ser estricto y dar ejemplo de justicia- decía la reina Aziza y su hija asintió entendiendo las razones de su padre.

-Por otra parte- continuó la reina- nuestra hija ha madurado Akil, ella no desea muerte y destrucción para su gente y para los inocentes del reino al que pretendes atacar, tal vez Ammía lo que quiere es otra forma de confrontar no tan directa, armar alguna estrategia. Después de todo, la legítima reina es Yolanda no su hija.

El faraón Akil miró a ambas mujeres y se sintió orgulloso por tenerlas, Aziza siempre era la mediadora, la amaba por eso y más. Prácticamente había sido su consejera personal en todo lo relacionado al reino y a sus intereses personales.

-Muy bien- dijo Akil momentos después- no le voy a declarar abiertamente la guerra a Ágatha, pero tampoco me pida que me quedé de brazos cruzados y no hacer nada al respecto. Ella se metió con lo más sagrado para mí y le haré pagar.

Cuando el faraón iba de salida, coincidió con Helena en los corredores- me agrada verla, necesito hablarle en privado.
-Muy bien alteza- contestó asombrada Helena y nerviosa a la vez- le sigo.

La princesa Ammía y su madre se quedaron curiosas de saber con exactitud aquella conversación, la cuál, Helena no quiso tocar después con su amiga quien insistió constantemente hasta darse por vencida. Sea lo que sé que hayan hablado Helena y su papá, ella no sabría ó se enteraría llegado el momento adecuado.

Más allá del Reino Egipcio, la joven Apala, cómo de costumbre visitaba a su nuevo amigo Abelardo...

-Sabes que podría emplear alguna trampa para descubrir cómo eres ¿verdad?- le decía la joven aborigen mientras jugaba con su larga melena oscura y lacia- he crecido en estas tierras, las conozco bastante bien.
-Eso no lo dudo Apala- dijo risueño Abelardo- pero, evitas hacerlo porque respetas mi elección de permanecer bajo las sombras, no estoy seguro si puedas ser amable una vez veas cómo soy.

La muchacha permaneció en silencio y luego dijo- cada ser es hermoso a su manera, eso deberías saberlo ya, pero, sí, tienes razón en algo Abelardo.
-¿En qué será?- preguntó el centauro.
-En que respeto tu decisión de no mostrarte ante mí, quiero que al momento de hacerlo sea porque quieres. Seguiré esperando.
-Quiero que hagas algo por mí Apala. Cierra los ojos un momento.

Apala asintió y cerró sus ojos y escuchó pasos fuertes, no de una persona, sintió curiosidad y estuvo tentada a abrir los ojos, pero, pudo contenerse.

Abelardo se acercó a ella de forma sutil y casi juguetona. La miró y se ensanchó su sonrisa, entonces colocó flores a un lado de la muchacha y acercó su mano al rostro de Apala y le acarició.

Por primera vez en mucho tiempo tocaba a otra persona, sintió miedo de ser brusco al tocarla. Pudo notar que ella se estremeció ante el roce y una débil sonrisa se mostró en el rostro de Apala, quien posó su mejilla en la palma de la mano de Abelardo. Se sintió confiada ante aquella caricia tímida.

La Reina de la Magia Oscura (La Confabulación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora