El Deseo del Corazón

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Dentro del castillo de la Tierra Central, Leonardo hablaba a solas con Ágatha caída ya la tarde en su habitación.
-He estado acá a tu lado de manera incondicional por el amor que te tengo aún así pienso que no es suficiente- decía el guerrero, quien ahora era el general de las tropas- no dejo de pensar ¿Hasta cuándo pretendes seguir destruyéndote y acabando con el reino? He tratado de hacerte ver los errores que estás cometiendo desde el primer momento en que tomaste por la fuerza el poder; pero, siento que esto es en vano y te juro que no me quiero rendir.

Ágatha lo escuchaba con atención, lamentaba escucharlo porque en su interior resonaban las palabras que herían su corazón, esas que le auguraron que Leonardo dejaría de amarla.

-Mi amado- dijo en un suspiro, Ágatha abrazando por la espalda a Leonardo con la ternura que aún le quedaba- te juro que no quiero defraudarte. Las cosas ya no son sencillas para mí, tal vez nunca lo fueron. No te pido que entiendas lo que hago o lo que haré tarde o temprano, solo te pido una cosa Leonardo- la hermosa reina se dió la vuelta para verlo a la cara, ese rostro masculino y con un toque de inocencia que aún mantenía en su mirada- no te alejes de mí, no soy perfecta, pero de lo único que puedes estar seguro, es de mi amor por tí.

Una vez más Leonardo pudo ver y tener en sus brazos a aquella hermosa princesa caprichosa de quién se había enamorado. Él la besó con amor y la abrazó con delicadeza- si me quedo es porque te amo Ágatha.
-¿Me amas o me temes?
-Yo no te tengo miedo Ágatha- le susurró Leonardo- eres tú quien debe temer de tí misma.

La puerta sonó y al abrir, se trataba de la anciana Emma, así que Leonardo salió de la habitación con cierto rencor hacia la anciana, ella le daba desconfianza.
-Cariño, aún hay mucho trabajo por hacer- dijo Emma.
-¿Por qué lo dices? He aprendido a desarrollar magia oscura y poderosa haciendo que el báculo incremente su fuerza- le dijo en tono molesto Ágatha.
-Es correcto niña- dijo en tono meloso Emma- pero, aún te afecta lo que él te dice, sabiendo que otra la final ocupará su corazón y tú solo serás un recuerdo.
-Déjame sola- dijo con seriedad Ágatha y Emma se retiró con una sonrisa maligna porque poco a poco estaba logrando su objetivo.

Dentro del reino de los elfos, Sílfide y el príncipe Enzo observaban entrenar a Helena desde un balcón, la joven practicaba con otros elfos.
-Hay algo que deseo preguntar- dijo el ser alado.
-¿Te refieres a mi orden de llevar a Helena hasta esas tierras lejanas?

Sílfide asintió y el príncipe dijo- fue una prueba para ella. El amor que la tortura pudo estar cerca.
-Pero ella desea verlo de nuevo- dijo Sílfide extrañada ante esa respuesta, presintiendo que Enzo trama algo más- lo justo era decirle.
-Tal vez, aún así la decisión debía nacer de ella y sin embargo, prefirió correr el riesgo para venir acá y ayudar al pueblo- decía Enzo- si Helena hubiera escogido a su príncipe humano en primer lugar, en estos momentos ellos estarían juntos Sílfide, eso te lo aseguro.

El ser alado miró con melancolía a Helena de nuevo- eso solo quiere decir que no van a verse otra vez.
-Con certeza no sabría decirte- contestó Enzo apacible.
-¿Puedo confiar en que hablas con la verdad? Porque sé que Helena te interesa- le dijo Sílfide con un tono serio.
-Esa humana, me importa más de lo que tú imaginas- respondió Enzo mirando a los ojos a Sílfide- aunque para ella yo no signifique nada.
-Lo único que espero de tí, es que hagas lo correcto de acá en adelante- dijo el ser alado y se retiró.

Ese mismo día, Sílfide se despidió de Helena para volver a su hogar por una temporada, necesitaba reponer energías y eso sólo sería posible en su propio ambiente. En parte había durado más tiempo en el reino de los elfos para proteger a Helena, ahora que el príncipe Enzo se había sincerado con ella, podía irse un poco más tranquila.

-Prometo que nos veremos de nuevo Helena- decía Sílfide tras abrazarla- ambas tenemos caminos distintos por los momentos.
-Deseo que te mejores por completo- dijo Helena con nostalgia.
-Vuelve cuando gustes- le dijo Enzo.
-Lo haré príncipe- dijo Sílfide y se alejó volando hasta perderse entre los rayos de luz del sol.

La Reina de la Magia Oscura (La Confabulación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora