Dos

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Grita, o al menos eso cree que hace, pues queda bastante aturdido con la caída.

Antes de poder pararse o moverse si quiera, siente manos bruscas tomarlo por la espalda y los hombros girándolo para quedar acostado contra la nieve. Una luz intensa y brillante se posa sobre sus ojos, tan fuerte que le duele la vista y tiene que cerrar sus parpados.

"¿Quién eres?" escucha una voz gruesa de hombre preguntarle.

Está asustado, quiere llorar, no siente las piernas y está literalmente congelándose de pies a cabeza.

"¡Louis! Me llamo Louis, ¡ayúdame, por favor! Estoy perdido, vengo de Yarikke."

"Tú no eres de Yarikke," le dice acusatoriamente con un tono cargado de sospecha.

"¡No, no lo soy! No vivo ahí, pero estoy de visita, por favor, llevo horas caminando..." suplica con voz rota, sabiendo que, si este hombre no se apiada de él, terminaría muerto en unas horas, enterrado entre la nieve que no para de caer del cielo.

No escucha respuesta, pero la luz se apaga y él queda encandilado sin poder ver más que oscuridad y manchas brillantes y coloridas por varios segundos. Apenas está recuperándose cuando las mismas manos vuelven a sostenerlo por debajo de los brazos y lo alzan de un sólo tirón del suelo. Está tan débil que no puede evitar aferrarse al cuerpo frente a él para estabilizarse.

El hombre tampoco intenta apartarlo, pues parece notar el estado en que se encuentra y se percata de que no mintió cuando dijo que estuvo caminando por horas bajo una tormenta de nieve que, si bien apenas está comenzando, es muy gélida y mortal para un extranjero como él.

Louis se deja sostener y con ayuda camina hacia donde el hombre los guía. Están a sólo un par de metros de la cabaña, de un refugio cálido, con luz, sin peligros, donde no va morir congelado.

Los perros siguen ladrando, pero ahora parecen más calmados al ver a su amo acercarse, o eso cree, hasta que notan la presencia de Louis y empiezan a gruñir.

"¡Apolo, calla!" el hombre ordena alzando la voz, sin llegar a ser un grito. De inmediato todos los perros dejan de hacer ruido y empiezan a mover sus colas, como si estuvieran pidiéndole disculpas a su amo.

Louis apenas y puede contar cuántos son, pero nota que fácilmente son más de 8.

Con pasos temblorosos cruzan el patio delantero y recorren un camino más firme de piedra, que se siente raro bajo sus pies tras haber pasado horas empujando contra capas y capas de nieve.

Louis suspira de alivio cuando el extraño abre la puerta de madera de la cabaña y entran, todavía siendo sostenido por su costado, hasta que es depositado sobre un sillón que parece estar hecho de pieles.

Louis nota que todo alrededor parece elaborado con madera y pieles de animales. Hay una chimenea rústica prendida y el hombre se acerca a ella para meterle más leña y hacer que el fuego crezca.

Es entonces que nota el rifle en una de sus manos.

Louis traga nervioso, sin saber si debería de bajar la guardia o prepararse para huir en cualquier momento.

El hombre entonces se voltea y se aleja de la chimenea, camina hacia él y deja caer el arma encima de la pequeña mesa que los separa. Louis no se anima a subir la mirada.

"Necesitas cambiarte." Escucha la voz profunda decirle en un tono bajo. Solamente atina a verle las piernas; cubiertas por gruesas capas de ropa que también parecen confeccionadas con pieles.

No deja de tiritar.

Las extremidades del hombre entonces se alejan y se mueven hacia la derecha, dándole la espalda. Louis se aventura a alzar la mirada y se encuentra con una figura alta, fácilmente más de 1.80, pero no puede identificar nada más debido a las gruesas capas de ropa y el gorro cubriéndole la cabeza.

La Taiga - LarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora