Tres

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Cuando despierta a la mañana siguiente, el único ruido en la estancia es el de las llamas crepitantes de la chimenea.

"¿Harry?" lo llama con su voz ronca y se percata de lo adolorida que está su garganta. No recibe respuesta así que se levanta y se estira cual gato adormilado.

Al pie del sillón están sus botas, ahora secas, junto a un gorro parecido al que Harry llevaba la noche anterior. Louis se pone las prendas y tras doblar la cobija que usó, se atreve a asomarse a la habitación, encontrándola vacía. 

Se anima a salir de la cabaña y encuentra el exterior demasiado oscuro para lo que supone todavía es de mañana, pues el cielo se encuentra invadido por enormes nubes grises de las que se precipitan montones de nieve.

"¿Harry?" vuelve a llamar alzando la voz. No hay rastro de él, ni de los perros. Ahora que se encuentra más lúcido, observa con mayor atención sus alrededores, notando lo que parece ser una letrina a su izquierda, y junto a ésta un pequeño establo iluminado, a unos 10 metros de la cabaña.

Louis se ajusta mejor el gorro a su cabeza, de manera que le cubre las orejas y las cejas, y se dirige hacia allá.

"¿Harry?" vuelve a llamarlo cuando ya está afuera. En respuesta, se escuchan ladridos y la voz del ojiverde ordenando "Silencio, Júpiter."

Louis entra por donde la puerta está entreabierta y observa a los perros, 12, ahora que los cuenta con calma, alineados en una fila mientras comen en sus platos con rabos moviéndose de un lado a otro.

"Buenos días," saluda Harry, abrigado de pies a cabeza. "¿Dormiste bien?"

El ojiazul asiente con una sonrisa leve. "Buenos días. Sí, gracias..."

"¿Necesitas algo?"

"No, sólo... no sabía dónde estabas. Creí que te habías ido."

Harry resopla cómicamente. "No con esta tormenta. ¿Tienes hambre?"

Y como si su estómago estuviese esperando la pregunta, gruñe justo en ese momento. "Sí."

(*)

Harry prepara pescado frito que él mismo pescó, sobre un pequeño fogón alimentado por madera. Quizás es porque no había probado bocado desde hace casi 24 horas, pero la comida le sabe a gloria. Es cálido y reconfortante, casi como las dos tazas de té de canela que se toma como acompañante.

"Creo que la tormenta cesará por completo en unas 72 horas más. Apenas está tomando fuerza," le informa Harry cuando sus platos se encuentran vacíos.

"Oh... de acuerdo. Tú... ¿crees que alguien me esté buscando?" cuestiona curioso, preguntándose si Niall se habrá percatado de que no regresó a la aldea la noche anterior como le prometió. Si es que se habrá preocupado lo suficiente como para armar un equipo de búsqueda antes de que la tormenta diera inicio.

"No. Con este clima nadie se arriesga a salir de casa... Lo siento."

Louis se ríe con suavidad, y Harry lo observa frunciendo el ceño. "Tampoco lo creí. Fui estúpido. Niall me dijo que podía acompañarme, pero lo rechacé. Le dije que no podría concentrarme si estaba pisándome los talones," niega para sí mismo.

"¿Niall?" pregunta Harry. "¿El rubio?" 

"Sí... ¿lo conoces?"

Asiente. "Es mi amigo. A veces me visita..."

"Oh. Él es... muy amable," dice, sin saber qué agregar, no queriendo preguntar nada más para no ser imprudente. "Me ayudó mucho cuando llegué a Yarikke."

La Taiga - LarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora