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— Creo que escuche mal — fingió limpiar sus odios —, por favor vuelve a decirlo

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— Creo que escuche mal — fingió limpiar sus odios —, por favor vuelve a decirlo.

— Te apuesto el doble a que no lo haces de nuevo.

— Oh santo kumamon — murmuro para ella misma, abriendo mucho sus ojos y mirándole con las mejillas encendidas —. ¿Estás loca?

— El triple.

— Estas loca, Lalisa Manobal unnie.

Río. — Quizás, ¿rechazarás la apuesta?

Lo pensó. Tendría siete mil ochocientos wons en sus bolsillos si aceptaba, pero eso implicaba volver atreverse a besar los labios de Lalisa Manobal. Y siendo honestas, no sabía de dónde había sacado tal atrevimiento.

— Hecho — habló firme, asintiendo una vez y sintiendo sus mejillas teñirse aún más cuando Lalisa cerró los ojos y acercó su rostro esperando por ella.

Trago saliva y cerro los ojos sosteniendo los hombros ajenos, humedeció sus labios y se acercó lentamente hasta que sus labios tocaron los esponjosos de Lisa por unos segundos para después separarse.

Lisa frunció.

— ¿Qué fue eso?

— Un beso.

— No, un beso es así.

— ¿De qué ha-..?

Lisa había sostenido sus mejillas y había tomado sus labios entre los suyos de un rápido movimiento, logrando que abriera la boca sorprendida y aprovechara para moldearse mejor entre ellas.

Suaves, delicados, dulces. Los labios de Lalisa Manobal eran los más exquisitos que alguna vez había probado en su vida. Se había quedado quieta, observando los ojos cerrados de Lisa con calma, como si hubiese estado esperando ese momento durante mucho tiempo. Cerró los ojos lentamente dejándose llevar por las sensaciones que le casaban y empezó a mover sus labios creando una increíble sincronización entre sus bocas.

Sus manos se movieron a sus hombros y enredó sus brazos en su nuca sin poder evitarlo, mientras las manos de Lisa sostenían su cintura acercándose más a su cuerpo. Su corazón latía descolocado y sus pulmones perdían aire, por lo que detuvo el beso lentamente, aún con los ojos cerrados y fruncidos, como si temiera a que en cualquier como si temiera a que en cualquier momento fuese a despertar.

— Eso fue... — murmuro relamiendo su labios, sintiendo el dulce sabor de los ajenos impregnados todavía.

— Increíble — terminó Lisa pegando su frente con la suya, dejando que sus respiraciones se controlasen.

Al abrir por fin los ojos pudo observar de cerca su pequeña nariz de botón que se arrugaba al sonreír. Logró admirar aquella sonrisa tan brillante y aquellas mejillas teñidas de aquel hermoso color carmín.

Por un momento se sintió avergonzada, porque había besado a la gran Lalisa Manobal tres veces.

Por un momento se sintió avergonzada, porque había besado a la gran Lalisa Manobal tres veces

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Por una apuesta ꨄ Jenlisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora