Sam y Max y su incipiente resurgir del hiato

176 16 2
                                    


Tras lo que pareció más de un ciclo completo alrededor del sol de una larga espera, nuestros policías favoritos arribaron a su destino.

Tal y como lo decía el mapa del comisionado, se trataba de una sucia y polvorienta bodega abandonada, a la salida de la ciudad, dónde comienza a vislumbrarse la patética vegetación suburbana.

En este caso, no solamente se vislumbraba, era evidente por la cantidad que lo rodeaba que ese lugar no contaba con visitas de alguien por años.

-Observa Max, lo más cercano que puede admirar el ciudadano citadino promedio relativo a una estructura en ruinas-

-Pensé que eso eran los distritos financieros-

Observaron nuevamente lo colosal que era esa estructura para una bodega. Sam comenzaba a dudar de la veracidad de las palabras del comisionado al denominarlo únicamente como eso.

-Cuantos helechos hay por aquí, todas estas hierbas y pastos largos deben estar recubiertos de alérgenos, tengo picazón hasta en mi esponjada colita de algodón- Exclamó con fastidio el conejo.

-Esta vez tengo una corazonada Max, creo que debemos ser silenciosos al aproximarnos hacia allá... ¿Puedes ver la tenue luz que sale de la apertura de la puerta? A menos que el dueño de este lugar no esté pagando su respectivo porcentaje tributario al gobierno por ese servicio, hay alguien en ese lugar.- Susurró el más alto.

-Yo pienso que tus corazonadas son explicadas con tu alto consumo lipídico, sin embargo, estoy de acuerdo con ese razonamiento aunque detesto dejar de lado ese ímpetu mío- Masculló irritado.

Caminaron sincronizadamente de puntillas con su característico movimiento exagerado hasta los oxidados portones de 6 metros. Una floja y gruesa cadena funcionaba como una débil seguridad para mantenerlas cerradas, no parecía haber un esfuerzo real en cerrar.

-Es para estar incrédulo, ¡Mira esta débil seguridad, he robado bicicletas con cadenas más gruesas solo usando los dientes!- Comentó el peliblanco.

-No necesitas mayor incentivo para comenzar a mordisquear colega-

Y así, Max mordió la cadena y como si de hilo dental mentolado se tratase, partió la cadena metálica del portón.

Este comenzó a moverse lentamente, rechinando de forma tenue, revelando poco a poco el aspecto de aquellos interiores.

No era más que un innecesariamente grande espacio vacío. Ni siquiera estructuras metálicas, estantes, un segundo piso, solo un espacio de por lo menos un centenar de metros cúbicos de aire. La iluminación era parte de unos amarillentos y parpadeantes focos que colgaban del techo del lugar.

-¿Es esto una reunión de fans del Coque Muñiz? ¡JA!- Exclamó Max, dando un golpe en su rodilla, el cual resonó haciendo eco por todo el lugar.

Sam levantó una oreja con atención.

-Haz eso de nuevo, por favor-

-Lo siento, si cuento el mismo chiste dos veces seguidas perderá la gracia, y tú sabes que si pierdo mi gracia tendré que dedicarme a ser un comediante de redes sociales o administrador de página de memes, ese destino no se lo deseo ni al peor de mis enemigos, tal vez a Chu-

-Lo de tu rodilla soperutano- Dijo el perro con tranquilidad.

Max aceptó la orden y el sonido volvió a hacer eco. Sam lo escuchó con atención un par de veces hasta apuntar a un lugar en específico.

-Mi altamente desarrollado sentido de la audición me otorga la percepción de que existe cierta irregularidad en las ondas sonoras que tú rodilla emite... Algo suena hueco por aquí...- Intuyó.

-No es mi cabeza, tengo un cerebro ahí dentro. Y espero que se quede ahí.- Dijo Max temblando un poco

Max comenzó a olfatear hacia la dirección que señaló y siguió un rastro de olor hacía el suelo. -Esto tiene un muy leve olor a... Frituras de queso. Es sin duda un rastro presente que puede decirnos muy poco sobre el tipo de amenaza con la que tratamos.-

-Desde una rata hasta un ávido consumidor de churros y otros bocadillos grasientos. Nada con lo que no hayamos lidiado ya-

El perro pisoteó el lugar donde acaba el rastro y un sonido hueco alertó de algo sospechoso. Una baldosa del suelo se hundía ligeramente cada vez que lo hacía, por lo que se puso a brincar repetidamente en el mismo lugar.

Max vio esto como divertido y lo acompañó brincando, hasta que algo emergió desde el suelo y los catapultó varios metros en el aire.

Tras levantarse y frotar el polvo de sus pelajes observaron lo que se levantó frente a ellos: Un viejo elevador parecido a los hallados en la industria.

-Sabía que nos encontrábamos ante un caso de mayor profundidad de la que pudiese ser evidente, pero estar ante ello de forma literal es algo que no tenía previsto- Dijo el perro estirando su espalda. -Otro elevador hacia lo desconocido siempre es un hallazgo formidable-

Max entró de un salto sin rechistar y observó el único botón que había, uno hacia abajo.

-Ven aquí, esto será divertido. Además si cae y morimos sólo terminaremos en el infierno, ya sabemos cómo regresar de allí-

Su amigo lo siguió lentamente, el elevador hacía un sonido de fricción metálica y oxidada con cada paso que daba sobre él, y el bamboleo tampoco ayudaba a qué se viera como una decisión sensata subirse a eso.

Max aporreó el botón para descender y todo comenzó a moverse con rapidez.

La velocidad que alcanzaba el elevador era similar a la de una caída libre, pero se sacudía agresivamente. Chispas volaban por los costados haciendo fricción con las claustrofóbicas paredes del túnel, siendo la única iluminación para verse en la profunda oscuridad.

-¡Wiiii, es mucho mejor que los juegos de la feria!- Gritó Max

-Y realmente espero que tenga un menor índice de fatalidades que la feria de la ciudad.-

-Estadísticamente no es difícil.- Respondió su amigo.

Segundos más tarde, el mecanismo hizo un fuerte sonido y aminoró su velocidad simultáneamente. Está era una indicación que habían llegado a su destino.

-Conoces el protocolo amigo. 1. Desenfunda 2. Apunta 3. Dispara a todo lo que veas, sin excepción sea inerte, inmovil, ingrávido, indómito, inefable, insoslayable y demás términos que suenen a qué se les puede disparar.- Repasó Sam.

-Me lo sé de memoria, hasta el paso dos siendo opcional- Afirmó el otro.

-A la cuenta de tres- Habló con su mano en el picaporte. -Uno, dos y... ¡Tres!-

Sam Y Max en: Un nuevo desasosiegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora