Era una fría noche de invierno en aquella peligrosa ciudad, donde los actos ilícitos y los criminales abundan en todos los callejones o prácticamente cualquier lugar donde se pudiese delinquir.
Los fuertes rayos de la luna llena entraban por una ventana de la oficina e iluminaban un escritorio, un escritorio descuidado y desordenado a más no poder, con los rayos de la luna pasando por los agujeros de bala en este. Sobre aquel se encontraba la sopa de letras del diario publicado hace 2 meses, y quién se encontraba resolviéndolo era nada más y nada menos que Sam, uno de los integrantes de la policía independiente, que mordía una paleta helada y gruñía al no encontrar las palabras de su pasatiempo.
-Terminé de escudriñar debajo del sofá Sam, no había nada más que cupones para Meesta Pizza que caducaron en 1987 y las orejas de algunos criminales que olvidé poner en mi colección. ¡Adivina cual de las 2 cosas me comí!- Exclamó su fiel compañero Max, esa cosa conejil hipercinética.
-Me matas de risa coleguilla- Masculló Sam, aún mordiendo su paleta y sin prestar atención a su amigo.
-¿Estás bien Sam? ¿Que lees con tanta atención?¿Actualizaron la lista de establecimientos a los que estamos vetados?- Dijo el conejito subiendo al escritorio para leer con atención.
-No es eso, sólo creo que el frío que cala mis huesos y seca cualquier superficie con reminiscencia a lo cutáneo ha desencadenado varias reacciones en mi cuerpo que convergen en un extraño sentimiento de melancolía- Contestó.
-Prefiero eso a tus canciones en el banjo cuando hace calor- Comentó el pequeñito.
De pronto, interrumpiendo el pacífico ambiente de sonidos de autos, patrullas y gritos de auxilio, el teléfono hizo su infernal chirrido que para nuestros policías era la señal de que una aventura se aproximaba.
-¡Yo contesto! ¡Yo contesto!- Gritaron ambos al unísono mientras se abalanzaban con fiereza a la máquina y su ruido en incesantes intervalos de agudos sonidos de frecuencia irregular.
Max se acercaba al teléfono y extendió sus manos para alcanzarlo cuando la mano de Sam lo tomó por la pierna y lo lanzó lejos, resultando en su cabeza atorada en la ratonera. El perro tomó el teléfono victorioso y entabló una fugaz conversación que se resumía como palabras y expresiones de acuerdo sin contexto con quien quiera que esté del otro extremo de la línea, en realidad la charla tampoco tenía mucha coherencia, pero eso no nos incumbe.
Cuando Max pudo sacar su ingente cabezota de ese agujero, se dirigió a su colega que se encontraba notablemente entusiasmado y preguntó con una gran sonrisa -¿Son los de la línea caliente que al fin van a pagarme por trabajar para ellos?- A lo que Sam contestó -Nada de eso Max, esos nunca van a pagarte después de que llevarás su compañía a la bancarrota y fueras el causante de repetidas demandas en su contra. Quién llamaba era nada más y nada menos que el comisionado que marcó este número buscando el de el repartidor de comida Suazi y recordó nuestra existencia, por lo que decidió asignarnos una misión a modo de bienvenida.- Comentó emocionado.
-¡Wow Sam, siempre es un honor trabajar para ese hombre! Olvidaba cuánto lo odio... Pero de qué trata la misión, ¿Iremos a golpear vendedores de autopartes robadas de nuevo?- Exclamó el lagomorfo.
-Por supuesto que no cabeza de alcornoque, esto trasciende cualquier otra cosa que hayamos hecho antes, debemos descubrir que está convirtiendo en un lugar hostil la ciudad, desmadejando la sociedad y terminando con el ambiente donde sólo se respiraba paz, armonía y metales pesados de los gases altamente tóxicos que daban aquella cálida y acogedora atmósfera a la urbanidad.
-¿El capitalismo?- Dijo Max. Sam lo miró confundido y negó con la cabeza.
-No es tan fácil, dejemos las conjeturas triviales para cuando atrapemos a otro tipo de criminales. ¡Vamos manos a la obra, pronto!- Cuando terminó la frase abrió la puerta y la cerró rápidamente dejando a Max atrás, que miraba fijamente la puerta desconcertado por la euforia de su compinche. Se asomó por la ventana y vió a Sam sentado en el asiento del DeSoto farfullando algo y como se exaltaba de repente para regresar corriendo dentro del edificio. Cuando abrió la puerta de la oficina, se veía ya un poco agitado por subir las escaleras por lo que Max se burló -Creí que eras una excepción al estereotipo de que los perros jadean, Sam. Pero estoy equivocado, ya no sé quién eres, no te reconozco.- mientras fingía desesperación.-Cállate Max, olvidé las llaves del automóvil y a ti por este estado de pletórico entusiasmo- Y más tranquilo añadió -Tal vez debería revisar si encontramos aperos para resolver misterios y combatir el crimen en la oficina-
-Sam, no vuelvas a usar la palabra apero para designar a los cachivaches jamás-
Dicho esto, nuestros policías - detectives dieron comienzo a una búsqueda de objetos que podrían resultar útiles en una larga encomienda. Max hurgaba en los cajones metiéndose a estos mientras Sam trataba de abrir los cajones de el mueble donde se posaba el teléfono, hasta que recordó que sólo los había pintado. -¿Hiciste un hallazgo interesante cuando tenías la cabezota dentro de el agujero de ratón coleguilla?- preguntó a su compañero. -Ahora que lo preguntas, sí- Salió del cajón para acercarse a Sam -Ahí está todo el queso que compramos en los últimos meses, una bolsa con nuestro dinero y un control remoto universal, basura.- Decía mientras se tocaba las orejas.
Y Sam una gran sonrisa dijo -¿Y sabes que nos saca de los líos más disparatadamente ridículos? ¡Basura!- mientras metía la mano para buscar todo lo que su amigo mencionó y meterlo a su inventario.
-Esto también nos servirá- Dijo Max mientras ponía en el inventario de su amigo un destornillador y una corneta.
-¿Ya no quedan más rincones oscuros e insalubres que explorar en la oficina, amiguito?- Preguntó Sam.
-Sam, toda la oficina es un lugar insalubres y oscuro, sin mencionar lo aciago e inhóspito- Respondió el otro.
-¡Entonces, vámonos!- Exclamó emocionado.
-¿Pero a dónde?- cuestionó el conejo.
-A el mejor lugar para instruirnos, donde el conocimiento se crea, de donde mana sabiduría y se hallan los indicios. ¡A las calles de la ciudad!- Gritó abriendo la puerta de su oficina para descender hacia la calle, cubierta por las luz de la luna llena, opacada por las de neón y halógeno que bañaban la ciudad.
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Sam Y Max en: Un nuevo desasosiego
HumorEl dúo favorito de todos no tenía presupuesto para aparecer, así que aquí están Sam y Max.