El canino y el lagomorfo entraron con la seguridad de un diputado en el estrado con los dedos en el gatillo, con toda la disposición a abrir fuego a lo que se moviera y a lo inerte, en cuanto la innecesaria, dramática y espesa bruma del nuevo entorno se dispara, se daría comienzo a un espectacular tiroteo.
La bruma desaparecia lentamente, revelando primero el suelo.
-¿Es eso…?- Susurró el conejo apuntando un envoltorio en el suelo.
-¿Es una especie de fritura? Identificalo amigo.-
-No, es una envoltura de Cookies and Fun, identificable por su platinado color y ligera esencia a indigotina laca-
-Eso solo puede significar una cosa…-
-¿Que mi posgrado en comida chatarra no fue una mala inversión y que esos 400000 dólares en deuda estudiantil valen la pena?-
-Significa que ya hemos visto a esta retorcida persona antes-
Y justo al terminar esa oración, los detectives fueron atacados, grilletes con peso estaban repentinamente colocados en ambas de sus patas y sus armas timbradas de sus manos.
-¡Muestren la orden de aprehensión, conozco mis derechos, no pueden arrestarme si no me vieron y tampoco si no dejo testigos!- Gritó Max
La bruma ya no era más que un efímero recuerdo de la agradable sensación de seguridad y confianza que hace poco tenían, y finalmente se vio una figura que Sam reconoció.
-¡Santos palmipedos grasientos semiacuaticos consumidores regulares de alimentos tan anatópicos como sus estilos de vida! ¡Es el Capitán Petrocabriola y su banda de pingüinos piratas!-
El capitán, un pingüino de un metro de estatura, un parche en uno de sus ojos y una barba falsa burdamente pegada en su cuerpo, anadeó hasta ellos de la forma más amenazadora que pudo.
-¡Pero si son Sam y Max, mis más estimados grumetes! Oh, si tuviera mi amada nave, serían dignos de una guindamaina de las más finas. ¿Que los trae abordo y por qué se han infiltrado cuál si fueran viles polizontes? Saben que son bienvenidos.- Exclamó contento.
-Tus reiteradas fechorías no serán compensadas por tu amigable actitud, y menos servirán para tranquilizar a Max- Contestó Sam.
-Esa es la única razón por la cual esos grilletes están restringiendo su movimiento, el temperamento de esa criaturilla es una tormenta que jamás amaina-
-Rápido Max, comienza a roer tus cadenas para que podamos causarle un trauma encéfalico a este papanatas- Instruyó el perro.
-Inútil, desde lo que le hicieron al ancla de mi preciosa nave "El transeúnte" recubro todas mis cadenas con deyecciones de aves de corral, y no quieres saber que ocurre si a alguien se le ocurre masticar eso- Exclamó con alegría.
-¡Bwah! Odio al Capitán Petrocabriola Sam, su actitud amigable y gentil a pesar de nuestro irracional desprecio a sus acciones me hace querer golpearlo aún más- Musitó Max con esfuerzo tratando de zafarse.
-A todo esto, haciendo uso del escaso sentido común inmiscuido en los anales de los intrincados pliegues de mi cerebro, ¿Que hace un plumífero de climas gélidos y hielos perpetuos en lo que podría ser la desapacible morada de un jugador compulsivo de juegos de video, moderador de foros de internet o su variante más desdeñable, un lector de pseudo obras literarias en internet?- Cuestionó Sam.
-Dijiste anales, cochino- Añadió su compañero.
El Capitán rio y escupió la leche que uno de sus preciados compañeros de tripulación le había traído, como de costumbre.
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Sam Y Max en: Un nuevo desasosiego
HumorEl dúo favorito de todos no tenía presupuesto para aparecer, así que aquí están Sam y Max.