Primer cigarro

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Una cálida luz naranja alumbrando con suavidad sus cuerpos. Sus manos se tensan y contraen, se maldice por no prever las esposas, aún así no se desanima y sigue sonriendo, los filosos ojos azules de un alfa reposan sobre su cuerpo. El omega sabe eso, que está siendo observado con suma atención, que el menor repasa sus movimientos, inclusive sus gemidos intentando encontrar algo relevante, ¡le encanta que lo vea así! a pesar de que detrás de aquella mirada tranquila y seria no hay deseo o amor, ni siquiera atracción, sino simple cariño de la amistad que ha estado formando desde hacía años.

—Killua...— Lo llama mientras comienza a abrir lentamente las piernas, suelta tantas feromonas como puede y hace un pequeño puchero al saber que éstas no funcionan debido al bozal que el otro porta. Se lamentaba el hecho de no ser capaz de quitarse el pijama antes que el albino irrumpiera, aunque eso no hubiese cambiado el comportamiento del Zoldyck con él. Killua jamás lo tocaría así. —Por favor, entra en mí, muérdeme. Te necesito.— Mueve su trasero y el otro hombre solo soba sus lagrimales y pasa su mano por el seguro de su bozal para tener certeza de que no esté flojo, que lo haya colocado de la manera correcta. 

El moreno odia ese pedazo negro que cubre la mitad inferior de la cara del otro casi con la misma intensidad en la que ama verlo, pues es en esos momentos que lo porta que, si hacía las cosas bien, podía tener un acercamiento un poco más intimo con ese alfa.

—No, Gon, estás en celo.— Musitó antes de cruzar las piernas, recargando su espalda en el respaldo del asiento donde estaba desde el principio.

—¡Por eso!— Sonríe de la forma más brillante que puede. —Podemos hacerlo ¡Y podrás marcarme! ¡Me debes devolver mi marca y darme muchos besos tal como lo prometiste!— El Freecss movió sus piernas con emoción, el Zoldyck simplemente negó. 

Siempre era la misma petición y afirmación extraña.

—Según la constitución de Kukuroo, cualquier alfa que marque a un omega que se encuentre en estado de celo será acusado de abuso al considerarse un estado de trance sin libre elección.— Tomó su libreta y pluma que yacían en el escritorio de su amigo, marcando la fecha en la nueva hoja.

—También dice que esto no aplica si el omega fue mordido con anterioridad, pues los celos pasan de ser "naturales" a lógicos.— Debatió a la par de formar un puchero. —Tú ya me mordiste, mi celo es lógico, ¡puedes hacerlo!— 

El alfa escribió. <Aún cree que tuvimos un vínculo.>

—Yo nunca te he mordido, Gon, somos mejores amigos.— Sonrió al decir lo último, cosa que notó el mayor. Odiaba ese término. —Solo eso.—

—Sí, porque se te olvidó lo demás.— Si no tuviera las manos atadas haría alguna rabieta. —Te olvidaste de mí.— Mordió su labio. —Y no entiendo porque, ¿qué viviste en esa guerra cómo para que no sepas quien soy?— Dejó salir un pequeño sollozo que fue ignorado.

—¿Cuál guerra?— Dijo en tono neutral, no quería darle información al más bajo. Necesitaba respuestas sin intervención.

—¡La guerra de las castas o la guerra de castas!— Su pequeño sollozo se transformó en rabia.

—Gon, ¿Cuándo sucedió ese evento?—

—En el siglo XIX, y vivo actualmente en el siglo XXI. Siempre haces las mismas preguntas.— El de ojos azules volvió a escribir. <Sigue firme en su historia.> —No es mi culpa que te hayas olvidado de mí.—

—Nunca me olvidaría de ti, idiota.— Lo señaló con la pluma, iba a decir algo más, pero por el estado del moreno prefirió guardarlo. —Como sea. Sabes muy bien porque estoy aquí, ¿no es así?— Al instante el omega negó.

Ojos de cachorro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora