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Odiaba ser un adulto en el cuerpo de un joven, ver su cara rejuvenecida sin rastro de las marcas que señalaban su experiencia. Su cuerpo, pese a ser una copia idéntica de su yo original, era un recipiente que no reconocía del todo, o que al intentar hacerlo su mente se confundía. Las pequeñas marcas que en su primera infancia se hizo habían desaparecido, no había nada, su piel se podía decir que era perfecta, y al serlo le dolía; ese dolor incrementaba al revelar su cuello y parte de su brazo mientras pasaba frente al espejo del baño cuando la ducha era necesaria.

Está marcado por la muerte, esa cicatriz vuelta marca de nacimiento de cuando fue decapitado; y las marcas de su vida se esfumaron con su felicidad.

Actuar como un chico joven, ser un chico joven, ¿dónde estaba su límite? No lo sabía, nunca lo sabría si seguía así, y aún con eso, culpaba a la juventud de su cuerpo de sus actitudes más humanas pero reprimidas al no ser cosas de hombres. Llorar no es de adultos, sentir que su vida no tiene sentido en ocasiones tampoco, así que... En momentos como esos solo era aquello que veía la mayoría de gente en el presente, un omega joven a causa de su cuerpo, que podía llorar por esa falta de vejez que requería.

Gon atrajo aún más sus rodillas a su pecho, por fin permitiéndose abrazarlas. Estaba exhausto, sus ojos se encontraban algo rojos por su llanto, y lo único que lo confortaba era que a su alrededor, cubriéndolo, la ropa de su alfa lo llenaba de su olor. Fue como un nido improvisado, uno que le daba el abrazo que Killua no podía brindarle aún.

Lo que pasó no fue grave, ni siquiera diría que fue culpa del albino, solo escuchó un nombre que le hizo llorar. No podía decir que se sentía orgulloso de la acción que lo llevó a aquello, pero tampoco que le causaba problemas; porque lo cierto era que en ocasiones le gustaba ir de puntitas y pararse detrás de la puerta del menor, que intentaba tener un momento a solas para concentrarse en su propia vida, sin hacer nada más que esperar y oír; pues bien, esa actividad aprendida en el pasado fue lo que lo llevó ahí.

En el pasado, su primera vida amada, hacía aquella actividad cuando su esposo llevaba el trabajo a la casa, es decir, a algunos socios comerciales o familiares con el fin de hablar de negocios; y solo era cuando salían que el Zoldyck, encabezando a los demás, le sonreía, tomando su mano para que lo acompañara a despedir a los demás.

"—Fuiste un buen omega, Gon.—" Resaltaba acariciando su cabello y el moreno solo podía sentirse amado por el tono usado. Ciertamente en el pasado había tachado de muchas cosas a los omegas que expresaban con emoción el amor que sentían cuando sus alfas le decían aquella frase, pero al escucharla. "—Mi buen omega.—" Cuando Killua se la decía en uno de esos momentos raros donde su confianza era desbordante... Lo hacía sentir uno de los hombres más afortunados.

La sumisión elegida se puede sentir bien.

Esta vez detrás de esa puerta no había socios, no había un hombre de elegantes ropajes analizando papeles, solo estaba su amado hablando por celular. Una conversación que no le interesaba hasta que aquel nombre fue pronunciado. "—¿Kurapika Kurta? Eran buenos amigos según sé...—" Sus ojos marrones temblaron, se fue, huyó; y cuando, sin saber porque el menor se había ido, al notar que sus cigarros habían sido tomados, se escondió en el único verdadero lugar seguro de su casita, aquel pequeño espacio donde el olor de Killua era fuerte.

Kurapika, un omega igual que él que conoció en uno de sus peores momentos, uno de sus mejores amigos, un hombre con el que ya no podía conversar; y al recordar a sus amigos volvió a caer en cuenta que en ese siglo con el único que podía contar era el albino, porque todas sus amistades se perdieron.

Muchos podían acreditarse su amistad, pero realmente nadie la tenía más que su esposo.

"—¡Leorio!—" La imagen de un antiguo médico que consideraba un hermano le hizo temblar. "—Retz—" El de una modista. "—¡Knuckle!—" El de su compañero de trabajo. Solo a una la había reconocido, pero... Ya no era igual.

Ojos de cachorro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora