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Desde joven has de escuchar que el asesino blanco fue un alfa distinguido, de inquebrantable decisión y carácter, fuerte, elegante, letal, fiel y respetuoso. Aun con eso, se debe saber que lo que cuenta la historia oficial muchas veces es mentira, o al menos es una verdad maquillada y cortada, una que solo es puesta para lavar el cerebro y guiar a los pequeños cachorros y ciudadanos hacia una imagen que deben asumir e incluso imitar.

La verdad pura es que aquel héroe llamado asesino blanco, halagado por arrebatar vidas en favor de su nación y ser pieza clave para la victoria, no fue más que un hombre obligado a ello, además de ser un frágil alfa que se salía de los roles de su época. Fuerte, sí, pero de igual forma emocionalmente frágil.

Hubo una vez que el asesino levantó sospecha de su verdadera identidad, un desliz insignificante frente a la persona incorrecta. "—¿Usted acaso es un opositor, señor [...]—" Le dijo aquel viejo con el peor tono de todos, uno calmo. El albino tragó saliva, recomponiendose en un santiamén.

"—Nunca me opondría a la naturaleza. Perdone mi comentario.—" Se arrodilló, colocando su frente en el frío suelo de la inmensa casa.

"—Aún es algo joven, muchacho, no se apure.—" Y supo que algo andaba mal cuando la mano delante de él se ofreció como ayuda para levantarse de su humillación.

Lealtad a la nación.

Así se le decía muchas veces a actos ruines.

"—¿Sucede algo señor [...]?—" Cuestionó aquel hombre detrás de él.

"—Es un cachorro.—" Respondió, sus ojos azules temblaron, un pequeño niño se hallaba delante de él, llorando desconsoladamente.

"—Es un alfa del bando enemigo. Sabe usted el objetivo de esta guerra, ¿no es así? no podemos permitir que los capullos capaces de hacerle frente a nuestra descendencia florezcan. Sería el peor error, por eso, le ofrezco ayudar un poco aquí y ahora. Debe ser difícil simplemente cuidar y no formar parte activa de nuestro movimiento, lo sé, el orgullo de un alfa está en acabar con sus rivales.—" Killua rechinó los dientes, apretando la mandíbula, aún con el arma abajo. Al igual que el día en el que fue reclutado se dio cuenta, no había salida. "—¿Sucede algo?—" El diminuto "tap" le indicó que de no seguir adelante el muerto sería él.

El llanto del niño paró.

"—Perdone usted mi tardanza.—" El albino acomodó la pistola. "—Solo quería ser algo misericordioso, es nuestro enemigo, pero a la vez era un cachorro. Necesitaba no perder la puntería y causar dolor innecesario.—" El otro alfa caminó a su lado, dando un chiflido al observar el cadáver.

"—Un disparo en medio de los ojos, me gusta el estilo, limpio y mortal.—" Pasó su brazo por los hombros del hombre más joven, dando un apretón de "camaradas". "—Usted, señor [...] es de los alfas que me agradan. Sabe seguir a la naturaleza pero no pierde su humanidad, ojalá muchos sádicos soldados siguieran su ejemplo.—" El viejo, notando el rostro de Killua tranquilo y con una sonrisa dejó de sospechar. Soltó el agarre, dando la vuelta. "—Volvamos, señor [...] lo esperan en su guardia.—"

Al llegar a la casa donde servía, estando ya refugiado en su habitación, todo el tormento por fin golpeó de lleno su corazón. Su respiración vuelta loca, sus expresiones dementes, y sus lágrimas imparables que adornaban todo su lamento de haber matado a un cachorro. Su estómago no resistió, corrió y desechó todo en el retrete, una y otra vez sin descanso.

"—Disculpa mi intromisión, pero me han dicho que llegaste, te perdiste la cena así que... ¿[...]?—" Un beta de rojo cabello entró al cuarto, dejando la comida sobre una mesita siendo llamado por la preocupación de escuchar arcadas. "—¡¿Pero qué te ha ocurrido?!—" Se colocó a su lado, sobando su espalda.

Ojos de cachorro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora