Habían pasado 6 meses desde que Frank estaba recibiendo las sesiones de rehabilitación. Según avances que me daba Marcos estaba dejando de caminar como un niño de dos años para comenzar a hacerlo como uno de diez. El médico nunca dijo que sería fácil, pero tampoco imposible, aunque nos advirtió de las secuelas que podían dejar las heridas de bala en sus piernas.
Durante aquellos meses había aprendido a ser estudiante universitaria, enfermera, novia y niñera, todo eso desde la distancia, las videollamadas con Frank cada noche eran desesperantes, verlo y no poder tocarlo, era una tortura.
Con ayuda de su madre habíamos logrado vernos más seguido, al darse cuenta que su hijo no iría a terapia si yo no asistía con él, decidió pagar un billete de Londres a Huelva, a mi nombre, cada mes. No lo negaré, las parejas necesitan espacio, pero no tanto como el que nos obligaba la distancia entre nosotros.
La decisión había sido permanecer juntos a pesar de los kilómetros y yo no me había resistido a la petición a pesar del riesgo porque sabía que en los momentos que él estaba viviendo, me necesitaría a su lado. No me había percatado en qué momento dejé de preocuparme por el atuendo que llevaría a clases el día siguiente y había comenzada a hacerlo por el horario de los medicamentos de Frank. A pesar de que sonaba desquiciante, amaba hacerlo y mas que cuidar de él, lo amaba a él.
La universidad había dejado de ser un suplicio para convertirse en una auténtica obligación implantada por mi madre, por más que intenté negociar mi estadía en la residencia, no fueron aceptados mis términos de renunciar a la carrera e irme a vivir con Frank a Barcelona y comenzar los estudios de Odontología juntos, después de su recuperación.
Aunque mis días eran monótonos y aburridos, contaba los segundos para que llegara la noche y volverlo a escuchar. Según Marcos estaba triste casi todo el día, excepto cuando me recordaba en alguna conversación o durante nuestras citas virtuales nocturnas. No era de las que se regocijaba en su egocentrismo, ni tampoco me animaba la idea de su dependencia emocional hacia mi pero cuando Marcos me contaba que sonreía al escuchar mi nombre, no podía evitar que mis mejillas ardieran y mi corazón bombeara sangre como si no hubiera un mañana.
Descansaba en mi habitación de la residencia mientras revisaba las notificaciones de mi Whatsapp y sonreía como tonta frente a la pantalla, recordando que estando al lado de mi querido novio, ni esa tarea tan fácil era posible, de tan solo verme distraída con el móvil comenzaba a molestarme tocando mi pelo, halando la punta de mi nariz o simplemente no dejaba de decir— pelusa, hazme caso— hasta que me daba por vencida y dejaba el móvil de lado, no me quejaré, era adorable su comportamiento cuando estábamos juntos, cosa que cambiaba apenas daba un paso hacia el avión encargado de separarnos, hacía, desde ese instante, todos los méritos para convertirse en un Iceman, nuevamente.
Las vibraciones de mi celular me alertaron de la llamada entrante y si mi sonrisa ya era tonta, en ese momento, se tornó aún más.
—Hola pelusa, ¿en qué dimensión tienes tu cerebro ahora mismo? ¿Revoloteo por alguno de tus pensamientos?
—A todas horas idiota— contesté acomodando mi cuerpo contra el colchón y poniendo una almohada debajo de mi mentón— ¿Y tú? ¿En qué ocupas tu brillante mente como para no pensarme en todo el día?—dije orgullosa.
—Victoria Sánchez, la seguridad en ti misma te esta dominando.
Su respuesta me causó mucha gracia, sabía que esos comentarios le hacían enfadar un poco y la verdad es que me encantaba molestarlo.
Podemos considerate como una mala novia.
Cállate conciencia, no es momento, debo concentrarme en sacarlo de quicio.
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El camino hasta ti [# El Camino I] ✔ [Completa]
Teen FictionDos caminos diferentes pero con más similitudes que ninguno. Victoria, lleva toda su vida enfocada en cumplir sus sueños académicos, lo que no sabe es, que el amor llegará y de mano de quien menos lo espera. Su percepción del mundo y de las personas...