Después de comer, las chicas se fueron a sentarse al otro lado de la pileta, donde había sol. Yo decidí dar una vuelta para leer un rato. Antes de dirigirme a la pequeña laguna, pasé por el kiosco para comprar una botella de agua.
Al entrar, vi a Jennifer y Elías comprando. Tomé mi botella y me dirigí a la caja para pagar. Mientras estaba en la fila, noté que ellos se colocaban detrás de mí, sin darse cuenta que yo estaba ahí.
—No aguanto más a la hermana de Marcos, es realmente insoportable — Dice Jennifer con un tono de frustración.
—¿Por qué?— Pregunta Elias, curioso, mientras toma un paquete de la estantería.
— Porque se comporta como una niña. Siempre esta buscando llamar la atención— Responde, mientras se ríe.
—Todavía es joven y está tratando de entender cómo funciona todo, déjala— Responde Elias mientras ríe —Además, si te metes con su hermana, Marcos no te dirigirá la palabra.
—Si lo se, pero mi paciencia se esta agotando.
Mientras escuchaba cada una de sus palabras, me debatía entre intervenir o mantenerme en silencio. Si les respondía tranquilamente, era probable que armen un escándalo aquí dentro, algo que realmente quería evitar. Por otro lado, no quería que siguieran hablando mal de Stef.
— Siguiente — grita el cajero desde la caja.
— Buenas tardes — digo con una sonrisa forzada, mientras saco el dinero de mi billetera. — Solo llevo esta botella de agua y un paquete de caramelos ácidos.
Al darme vuelta, vi que Jennifer me miraba con los ojos abiertos como platos. Intenté salir lo más rápido posible, pero ella me tomó del codo.
— Ni se te ocurra decir ni una palabra de lo que escuchaste. — Dijo Jennifer, apretando mi codo.
— Ya, déjala, Jen— intervino Elías, mientras sujetaba a Jennifer del brazo.
Respiré profundamente, tratando de controlar mi temperamento para no dejar que el carácter de Pedro se apoderara de mí. Sin embargo, la situación me estaba molestando demasiado.
Me liberé del agarre de Jennifer, la miré y hablé con firmeza.
— Jennifer, no , no voy a decir nada, no porque me asuste, sino porque tengo claro que Stef no es como tú la describes. Así que simplemente, basta por favor— Dije, con la voz quebrándose por la frustración.
Ambos me miraban en silencio, sin saber qué decir.
—Perdón Señor— murmure mientras me alejaba de ellos.