Estaba exhausta, así que lo primero que hice al llegar a la casa de Stef fue acomodarme en el sillón, ya que moría de sueño. Las chicas estaban a mi lado, viendo una película, y me preguntaba cómo podían estar tan despiertas.
Cuando me desperté, miré mi celular para chequear la hora: 19:50. Justo cuando estaba a punto de dejar el teléfono, vi que mi madre estaba llamando.
— Hola, ma.
— Hola, hija. ¿Cómo les fue?
— Bien, ma —Dije, mientras recordaba todo lo que había pasado—.
— Eso no suena a bien.
— Bueno, es que pasó algo, pero mañana te cuento, ¿sí?
— Está bien hija,descansa y te veo mañana en la Iglesia, si Dios quiere. Acuérdate de contar siempre con el Señor, sabes, a veces nos olvidamos u ocultamos cosas ante le presencia de Dios, muchas veces por vergüenza o porque simplemente pensamos que no tienen importancia y esas cosas que guardamos poco a poco, sin saberlo, van creciendo. Trata de hablar con Dios y deja todo en sus manos, para que el tome el control de la situación—
— Gracias, mamá. Le agradezco al Señor por haberme dado una madre que me recuerda constantemente la fidelidad y el amor de Dios. Te amo, mamá, que Dios te bendiga.
Charlamos un rato más, y luego le dije que iba a buscar a las chicas porque no las había visto por allí. Me estiré como un gusano cuando escuché la puerta abrirse.
— Chicas, ¿dónde fueron? —Pregunté.
—Somos nosotros Ada —Responde Marcos.
—Ah, perdón. ¿Sabes donde fueron las chicas?
—Ni idea, recién llegamos a casa— Responde, mientras deja un bolso de fútbol en el sillón.
—Gracias.
Fui hacia la habitación y, al llegar, vi que las chicas estaban profundamente dormidas. Decidí despertar a Stef para preguntarle si podía comer algo, ya que tenía hambre. Ella me dijo que sí y me pidió que la próxima vez no tuviera que pedir permiso para hacerlo.
La casa estaba en completo silencio y no había nadie alrededor. Me duché, me puse unos shorts largos y un remerón, ya que hacia calor. Bajé con mi Biblia, ya que planeaba estudiar en el patio. Pero al bajar, escuché voces. Stef me había dicho que sus padres se habían ido a cenar con amigos fuera de la ciudad y que Marcos probablemente se acostaría temprano, así que me extrañó un poco. Por precaución, tomé un palo.
Al llegar al salón, vi a Marcos con Jennifer, dos chicos y dos chicas, sentados en el sofá, comiendo pizza y tomando algo, pero no veía que.
— Hola, Ada. ¿Quieres sentarte a comer pizza? —preguntó Marcos al verme.
— Hola. Eh, no, gracias. Perdón, no sabía que estaban aquí, si no, no hubiera bajado —respondí.
— No pasa nada. Haz lo que viniste a hacer, nosotros no nos moveremos de aquí.
— Okey, gracias —Conteste y me dirigí hacia la cocina.
Me preparé dos sándwiches. Aunque me daba un poco de vergüenza hacerlo, pero el hambre me gano. Tome mi Biblia y la demás cosas, y me dirigí al patio al sentarme en una mesita que había allí.