Capítulo 1

1.8K 413 86
                                    

Los veranos vuelan siempre, los inviernos caminan

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los veranos vuelan siempre, los inviernos caminan.

(Charlie Brown, Charles M. Schulz)

Inglaterra, 1862

—¿Tienes valor? 

Mary Seymour apartó la mirada de la ventanilla del carruaje, por la que había estado contemplando la nieve. ¿Valor? Era algo que no le había faltado desde que murió su madre catorce años atrás. Estaba todo lo sola que una mujer de veintiún años podía estar sin una madre. Iba de camino a un futuro incierto, dejando atrás su tercera temporada social y cualquier propuesta de matrimonio. ¿Valentía? Era una intrépida. 

Durante la última semana el cielo se había mostrado gris. Cargado con la promesa de una terrible nevada. Al final, la tensión había estallado en forma de copos blancos que caían paulatinamente. 

Se mentiría a sí misma si no reconociera estar sintiéndose un poco decepcionada. Había deseado que la nieve los sorprendiera en su destino, y no a mitad de camino. Jamás nevaba a finales de Noviembre. Si acaso, siempre en diciembre. ¿Por qué tenía que ser diferente ese año? Aquello iba a retrasar su viaje y quería llegar a Carlisle cuanto antes. 

—Oh, padre, ¿por qué debería tener valor? —preguntó ella. 

—Porque es muy probable que tengamos que refugiarnos en una hospedería de montaña. 

Aquello terminó de decepcionarla. No había nada que se le hiciera más cargante que el hecho de parar en una hospedería de montaña cuando llevaban casi una semana de viaje. Les faltaba muy poco para llegar a la propiedad de sus tíos maternos y tenía mucha ilusión de verlos. 

Cada año, desde que tenía uso de razón, pasaba el invierno en Carlisle, cerca de Escocia. Era su época del año favorita y, prácticamente, lo único que la ilusionaba. De pequeña, cuando su madre todavía vivía, había pasado grandes jornadas de diversión en ese castillo. Ahora, de mayor, estar cerca de la hermana de su madre la hacía sentir menos sola. Y no era que su padre no fuera una compañía grata. Pero su tía Elizabeth era todo lo que su padre y ella no eran: cálida, sensible y entrañable. Estar a su lado, le aportaba una calidez familiar y materna que añoraba mucho. 

Y, aunque a su padre le encantaban ese tipo de reuniones familiares, también empañaban su mirada de melancolía. Sabía que él también la echaba mucho de menos. Por algo no se había vuelto a casar, ni siquiera había mencionado a ninguna otra mujer que no fuera la difunta Señora de Devonshire. Su madre había sido una mujer excepcional. Y ella, en muchas ocasiones, temía no estar a la altura. ¿Valor? Sí, pero no siempre. 

Suspiró algo triste. Su hermano mellizo no viajaba con ellos esa vez. Anthon había preferido quedarse en Devonshire y era comprensible, él era el Duque de ese lugar. Su hermana pequeña, Alice, tampoco iba con ellos. Se había casado en su primera temporada social y le era imposible viajar. ¡Solo quedaban ella y su padre! Su viejo padre. Apodado el lobo solitario porque un día su madre fue apodada la luna. 

Un romance en inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora