Capítulo 5

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El castillo de Carlisle abrió sus puertas una vez más por diciembre a sus nobles invitados

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El castillo de Carlisle abrió sus puertas una vez más por diciembre a sus nobles invitados. Estaba cubierto de nieve en aquellas partes a las que el servicio no podía llegar. Pero aquellas como el patio y el camino hacia la puerta principal habían sido limpiadas hasta dejar una pequeña capa blanquecina e inofensiva sobre la hierba congelada. 

El hogar de sus tíos se veía muy bien cuidado. Parpadeaban muchas luces detrás de las ventanas, y salían varias volutas de humo de las chimeneas rojas. Era un hogar cálido y lleno de vida pese a su grandiosidad y antigüedad. Mary se sintió dichosa por estar allí. ¡Al fin! Los últimos días en la posada habían sido aburridos y deprimentes. Tal y como había augurado su padre, los dueños de la hospedería se habían quedado muy pronto sin recursos y, al final, hubo poco más que un poco de queso y pan para comer. No solo eso, los huéspedes empezaron a ponerse de mal humor y el ambiente se tornó tenso. ¡Un lugar nada agradable del que estuvo deseosa de irse cuanto antes! 

Se alegró mucho cuando su padre le dijo que los caminos ya eran seguros para viajar. Y más alegre se puso cuando vio a su tía salir por la puerta del castillo para recibirlos. Las escasas horas de trayecto desde la posada hasta allí habían resultado ser un cúmulo de sentimientos y pensamientos que se habían repetido en bucle. Estaba emocionada por reencontrarse con sus familiares y, a su vez, preocupada por Rony. Su primo se había ido al día siguiente de la reprimenda de su padre. Apenas se había despedido de ella con poco más que un saludo formal con la cabeza y algunas palabras vacías. Se había sentido muy decepcionada y repentinamente sola al verlo partir entre la nieve. Lo último que había visto de él era como guiaba a su montura escocesa a través de la blanca llanura. 

El carruaje dejó de traquetear penosamente y se detuvo delante de su tía, en la entrada principal. Dos de los caballos seguían heridos y apenas habían podido andar hasta allí. El viejo cochero les había dicho que no podría hacer nada por ellos hasta llegar a Carlisle y por eso los habían llevado con ellos pese a dificultar la marcha. Deseó, de todo corazón, que los corceles encontraran la cura en el castillo. 

—¡Gracias a Dios que estáis aquí! —oyó la voz dulce de su tía nada más abrir la puertecita del vehículo. La Marquesa se acercó a ellos, obviando el protocolo, y los agasajó con su infinita ternura y calidez. ¡Era tan buena!—. No sabéis lo preocupada que he estado por vosotros. Rony me contó lo de vuestro accidente y lo de vuestra parada obligatoria en la hospedería. Quise mandar a un regimiento de lacayos a buscaros, pero el Marqués me lo impidió. Al parecer, la nieve ha hecho terribles estragos en los caminos y era muy peligroso. ¡Ya me encargué de regañar a mi hijo por su osadía! No puedo ni imaginar qué hubiera ocurrido si su caballo hubiera patinado en mitad de la nada. 

—Intenté disuadirle —se defendió su padre al bajar y antes de ofrecerle la mano a ella para ayudarla a hacer lo mismo. 

—¡Mary! —La abrazó su tía nada más poner los pies sobre el suelo. Notó su candor y su olor femenino, se sintió arropada. Ella era la mayor de sus tías, después de la muerte de su madre. No viajaba a Londres si no era estrictamente necesario y permanecía en ese paraje montañoso, al lado de Escocia. Era una Marquesa amante de su hogar y de sus tierras y cuidaba del legado de su esposo con generosidad y mucha luz. No había nadie en Carlisle que no amara a esa mujer de pelo rubio emblanquecido y mirada verde—. ¡Mi sobrina predilecta! Te he estado esperando con entusiasmo. Acompáñame —La obligó a cogerla del brazo—. Señorita Murray, ahora saldrá el servicio para ayudarla con el equipaje —Sonrió su tía hacia la anciana sirvienta. 

Un romance en inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora