Capítulo 8

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Mary sintió un dolor en la altura del pecho durante toda la tarde

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Mary sintió un dolor en la altura del pecho durante toda la tarde. No supo a ciencia cierta qué era lo que la tenía tan desconcertada. Haberle negado el paso a Rony en su habitación era uno de los motivos de su pesadumbre. Eso y haber oído como su primo discutía con los mayores y luego se iba con la promesa de no asistir a ninguno de los eventos organizados para esas vacaciones. 

—No debe apenarse, ha hecho lo correcto —le dijo la señorita Murray—. He oído que su tía Elisa y sus primos llegarán antes del sábado para la comida de Navidad. 

—Los hijos de la tía Elisa son muy pequeños, señorita Murray. Audrey apenas tiene trece años aunque se empeñe en actuar como una debutante y el resto son infantes —Dejó su bordado sobre la falda y miró por la ventana por la que había visto desaparecer a Rony—. Todavía no ha vuelto —se preocupó en voz alta. 

—Deje de preocuparse, eso no es bueno para su salud, miladi. Lord Salisbury es un joven criado en estas tierras y demostró su pericia con la nieve cuando llegó hasta aquí en mitad del temporal. Ahora mismo apenas nieva y los caminos están limpios. Y aunque los hijos de la Duquesa de Hamilton sean pequeños, la animosidad de los niños le subirán el ánimo. 

—La tía Elisa apenas habla y yo tampoco. Somos como dos cubitos de hielo en una bandeja de plata, solo nos tocamos si resbalamos. 

La señorita Murray soltó una risita ahogada y se tapó la boca con la mano al hacerlo. —Tiene un gran sentido del humor, miladi. 

—Expresar la verdad con una metáfora no es precisamente sentido del humor, sino la intención de aseverar mis palabras y mis sentimientos: si Rony no está, esto será un fiasco. 

—¡Miladi! ¡Qué grosería! Si pretende terminar el bordado antes de fin de año, será mejor que no pierda la vista del hilo. 

—Tiene suerte de ser usted tan apreciada, porque a ninguna otra doncella se le permitirán tales confianzas —replicó la reina del frío y volvió a clavar la vista en el bordado del castillo de Carlisle que estaba haciendo. Se había inspirado en un cuadro de la habitación para ello. Siempre había tenido especial habilidad para el hilo y los dibujos. No necesitaba patrones para elaborar una bonita composición. 

—A su madre le encantaba pintar, era el único defecto que se permitía tener. 

—¡Defecto! ¡Qué injusto es que a una dama no se le permita hacer otra cosa que bordar y tocar el piano! ¡Y no puedo concentrarme! Es casi de noche y no puedo creer que Rony no haya regresado aún. Estoy segura de que algo no va bien —Dejó su labor sobre la mesita auxiliar y se acercó a la ventana para poder ver mejor. Lo único que consiguió ver, después de pasar varios minutos de pie y con la vista clavada al exterior, fue como el sol se iba extinguiendo en el horizonte—. Voy a bajar. Quiero saber qué ocurre. 

—Miladi, no la he cambiado para la cena. Va usted con el vestido de tarde. 

—Subiré de nuevo en cuanto me asegure de que todo está en orden. 

Un romance en inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora