Capítulo 6

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Rony enarcó ambas cejas, confundido por las palabras de Mary

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Rony enarcó ambas cejas, confundido por las palabras de Mary. ¿Por qué no debería de existir el amor para ella? La miró de arriba a abajo. Constató que llevaba un vestido desaborido y demasiado recatado, así como su peinado no la favorecía en absoluto. Parecía una vieja, pensó. No tenía nada que ver, como bien había dicho ella misma, con las mujeres que había conocido en Cambridge. 

Las jóvenes solían usar vestidos arriesgados con escotes pronunciados sin importarles si estaba nublado o hacía sol. No solo eso, las damas casaderas rebosaban vida por doquier y se mostraban coquetas a todas horas con mofletes regordetes y caderas anchas. Mary era delgada y su cara estaba perfilada con unos rasgos severos. 

Sí: Mary tenía razón. No llamaba la atención a priori. Pero no era fea. Es más, la encontró bellísima. Sus piernas se intuían largas y estilizadas, su cintura era estrecha y manejable y sus ojos eran dos gemas azules brillantes y penetrantes. Deseó verla con el pelo suelto y ondulado. No, deseó verla con un vestido provocativo y su larga melena ondulando al ritmo de sus pasos largos y ágiles. Su mente se ofuscó de repente y notó que los dedos de sus manos, por donde cogía a su prima, le quemaban. La soltó de inmediato y dio un paso hacia atrás. Mary tenía una postura erguida, con la espalda recta y su actitud era plenamente aristocrática pese a la intimidad de la conversación. Parecía una reina. La reina del frío, como muchos la llamaban. 

Asustado, pensó que el apodo de copito de nieve se le quedaba pequeño a alguien como Mary. Ya no era un copito, no era pequeña. Aunque delgada, debajo del espeso terciopelo azul claro que la envolvía, se dibujaban unas curvas para nada deleznables. Sacudió la cabeza, arrepentido por sus pensamientos casi vomitivos. ¡Mary era sangre de su sangre!  

—¿Te ocurre algo? —oyó la voz femenina de Mary y sintió un sobresalto, como si lo hubieran atrapado robando. 

—Deberíamos ir al comedor —replicó, adusto—. Nuestros padres deben estar esperándonos y no quiero darles motivos para malinterpretar nuestra ausencia. No me gustaría empezar estas vacaciones con discusiones y malos entendidos—parecía enfadado y lo sabía. Sabía que Mary no merecía esa clase de respuestas tajantes y rudas, pero necesitaba huir de ella y recapacitar, serenarse. 

Leyó la decepción en sus ojos fríos pese a los intentos de ella por disimularla. 

—Entonces me das la razón. 

—¡No! Para nada te doy la razón —logró suavizar su actitud con gran esfuerzo, lo último que deseaba era herirla. Ella no tenía culpa de que su mente hubiera cavilado ideas tan perversas—. Después de mirarte atentamente y con ojo perspicaz, declaro que eres tan digna de amor como cualquier otra dama.

La decepción volvió a sentirse en el aire. ¿Qué quería su prima que le dijera? 

—Creo que será mejor que me adelante —Mary se apartó de él y salió de debajo de las escaleras. 

Un romance en inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora