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—A veces pienso que deberías de darle todos los obsequios que me das a mí a la persona que te gusta —aceptó Mo Ran con una sonrisa, admirando la cajita de chocolates que Chu Wanning le dio aquella mañana.

El castaño sintió un apretujón en su corazón cuando Mo Ran pronunció esas palabras, aún así solo levantó los hombros restándole importancia.

—De todos modos no le gusto —respondió.

—¿Qué? —Mo Ran dejó de abrir la caja para mirar estupefacto a su amigo—, ¿Cómo es eso posible?

Chu Wanning le miró con un brillo de tristeza titilando en sus ojos fénix.

—Eres... Increíble. ¿Quieres que golpeé a esa persona?

Aún si Mo Ran no sentía nada por Chu Wanning, no pudo evitar sentir su corazón latiendo con alegría por escuchar aquel halago. ¿De verdad era increíble?

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