VIII - Metal resucita dragón.

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Al ver mi alrededor, las escenas del último segundo se repiten en mi mente, solo que los que para ellos es poco, para mí es una eternidad.

¿Quién diría que encontraría el tiempo real cuando ya no iba a ser más capaz de apreciarlo?

A mi lado, mamá no comprende qué acaba de suceder.

Yo estoy tirado en el piso, con fuego convertido en sangre manchando todo y mi respiración irregularizándose. Todo está dormido y solo me queda energía para ver a una enfermera entre la multitud que corre hacia mí, deseperada por ayudar y salvarme.

El hombre del arma está sentado en la calle, en la misma posición de antes, con un bulto en el bosillo de su pantalón que va sacando de a poco. Un ramo de flores de hierro se despliega ante mi vista absorta.

Se para, camina hacia donde me encuentro y lo deja a mi costado, con lágrimas en los ojos.

Suspiro, porque entiendo que mi muerte no ha sido provocada por él. Mi imaginación, culpable, es un volcán lleno de fuego que arrasó con mi vida.

Mi imaginación de dragón lo consumió todo, quemando. La bala existe porque solo la fuerza de un dragón fuerte como yo puede crear algo tan malo para mi mismo que me liquide.

Ahora, con los ojos abiertos, dejo dormir también a mi cerebro, que se despide y libera mis alas, ardientes.

Y vuelan, vuelan.

Vuelan como las alas de un dragón listo para ser fuego y consumir la muerte y convertirla en vida.

dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora