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Gavin sin duda siempre fue un hombre al que no le importaba quedar mal mientras no de su brazo a torcer en las decisiones que tomaba o cosas que decía. Le encantaba ser tan fuerte en sus convicciones y tan firme en sus ideas, y le gustaba aún más cuando a la gente le jodía ver que Gavin sea tan seguro y cabezota.

Era unas de las pocas cosas que le gustaban de él mismo. Ser tan firme ayudaba a que ningún imbécil siquiera se le pase por la cabeza pasarlo a llevar. Eso claro, es gracias a su infancia de mierda, era una de los pocos caminos que podía tomar, para el, era o ser un jodido depresivo o un idiota antipático. Nada más.

Y el hambre de demostrar que él podía llegar a ser mejor que todos, que su hermano, que sus padres y mejor que todo el puto departamento donde trabajaba, era mayor que su falta de autoestima y las ganas de morirse.

Tampoco era enemigo de las miradas de odio, intentando rebajarlo. Estaba acostumbrado a ello... al igual que estaba acostumbrado a los silencios incómodos que se formaban cuando el llegaba a un lugar.

¿Aquellos silencios donde la otra persona quiere hacerte saber que la cagaste, y que no tiene interés en siquiera voltear a verte?, sí, a Gavin le interesaban un reverendo pepino.

Sin embargo puede que los silencios incómodos que tenía con el androide empezaran a sentirse distintos para él.

Esta mañana Gavin llegó a su escritorio con la sorpresa de no recibir ninguna disculpa por lo de ayer. Nisiquiera un "Buenos días" ni un pequeño coqueteo discreto, de esos donde el androide rozaba sutilmente su mano o se ponía un poco más cerca de lo necesario.

Solo recibió un silencio absoluto de parte de su compañero.

Al principio, si bien no se lo esperó, le valió madres. El debería estar enfadado, no Nines. No es su culpa que el maldito no entienda por un "No".

Se sentó en su cómoda silla, tratando de no hacer ningun contacto visual con el androide, aunque este no apartara la mirada de sus papeles. Dejó su chaleco de cuero en el respaldo de su silla y se atrevió a mirar rapidamente al rostro de su compañero.

Nines se veía sereno; sin embargo su led estaba amarillo.

Suspiró de forma pesada y se preguntó cuanto duraría Nines en este jueguito de la ley del hielo. Gavin carraspeó.

- Buenos días, Nines.

Gavin estaba decidido a no ser el primero que hablara, pero no supo cuando esas palabras simplemente salieron de su boca en un acto de puro nerviosismo. Se maldijo a si mismo un millón de veces y miró fijamente a su androide aguardando por alguna respuesta.

Nines simplemente no despegó sus ojos de los papeles. Su led seguía amarillo, sin embargo al escuchar aquel saludo, los músculos de sus brazos se tensaron. Detalle que quizás para cualquiera pasaría desapercibido, menos para el de menor estatura.

Esos detalles se le hacen aun más notorios porque quizás se debe al tiempo que han pasado juntos... O eso quería creer Gavin.

O tal vez simplemente Gavin se fijaba demasiado en los pequeños detalles de lo que era Nines, tal vez más de lo que debía.

- Buenas.

Gavin arrugó el entrecejo y le lanzó una mirada irritada a Nines. El detective empezó a dar pequeños golpes en el suelo con su pié y se rascó la nuca, como siempre hacía cuando estaba frustrado por algo.

Quería gritarle y decirle que dejara de comportarse como un idiota cuando el androide tuvo la culpa de lo de ayer, arrebatarle esos estúpidos papeles de sus grandes manos y obligarlo a que solo ponga las manos en el.

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⏰ Última actualización: Dec 31, 2021 ⏰

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