diez

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CAPITULO
DIEZ; LENA

9 de diciembre.

            A pesar de las palabras de Michael, no puedo apartar mi pensamiento de él el resto de la noche. Halsey y Abby pretenden que me divierta, pero ahora apenas puedo hacerlo. El reloj que cuelga de la pared del salón marca las tres y veinte. Cuando voy a buscar a Michael, ya no está en el mismo lugar de antes, sino en la cocina, hablando con un par de personas que no reconozco.

—Lena —me llama con una sonrisa en su rostro en cuanto me ve llegar. Yo voy apartando a gente con mis brazos en mi camino—. Mira, estos son Adam, Alanis y Evan.

Miro a cada uno de ellos, y sonrío educada. Adam es alto, delgado. Viste una camisa de cuadros azules y unos vaqueros. Evan es más bajo que este, pero aun así mas alto que yo. Pelirrojo, piel pálida y muy sonriente. Por ultimo, Alanis. Es pelirroja teñida, con una melena larga. Sus ojos brillan más que las luces de la fiesta, y un cuerpo que me hacía sentir ridícula. Y está aquí, con Michael, mostrando su sonrisa que, como no, era increíblemente blanca y perfecta. Creo que es la primera vez que estoy celosa. Aunque más bien, es la primera vez que reconozco que quiero a Michael para mi y sólo para mi. Que reconozco que quiero que sea mío, aunque no de una forma egoísta. Quiero que él sienta lo mismo conmigo, que todo entre nosotros esté claro, no seguir pasando las noches en vela intentando descubrir lo que éramos y hacia dónde íbamos. Eso es tan cliché, y Michael y yo somos tan diferentes a eso.

—Encantada —contesto finalmente.

El resto de la conversación fluye rápida, pero sobre todo distante para mi. No presto atención alguna a lo que ellos pretenden decir. Sería cínico admitir que me interesa algo de lo que me puedan contar. Después de asentir unas cuentas veces, Alanis dice que debe irse y los otros dos la acompañan. Michael y yo nos quedamos solos allí.

—¿Te lo has pasado bien? —pregunto. Él solo asiente con la cabeza, con una pequeña sonrisa en sus labios. Pero a mis ojos, esa sonrisa no es sincera. Solo pretende hacerme sentir bien—. Vámonos a casa.

—¿Seguro? ¿Quieres irte?

La verdad, ni yo la sabía. Sólo quería que Michael estuviera bien, y si aquello significaba irnos de allí, no me importaba.

—Vamos —suelto una pequeña risa.

Me giro en dirección a la puerta, no sin antes mirar en dirección a Halsey, haciendo un gesto con la cabeza. Ella comprende y se acerca para despedirse. Me disculpo por irnos tan pronto, y nos abraza a ambos, diciendo que no me preocupe. De vuelta al coche, soy yo la que agarra la mano de Michael, al contrario de como de costumbre. Desde mi corta altura, lo miro. La luz de la farola ilumina su rostro, sus ojos verdes brillando. Llegamos al coche antes de que él pueda percatarse de que le estoy observando.

En el camino de vuelta, él decide poner uno de sus discos. Sin embargo, no canta las canciones. Sólo escucha. El coche se detiene a una calle de distancia de mi casa. Miro a Michael, quien duda un segundo antes de bajarse del coche. De nuevo, decido callarme.

Caminamos uno junto al otro por la calle desierta. Apenas un par de farolas están encendidas a lo largo del camino. Sólo se oyen ladridos de perros al fondo, y algunos coches. Michael camina con ambas manos en los bolsillos de su chaqueta, y la vista fija en el suelo. Casi tengo que morderme los labios para aguantar la urgente necesidad de preguntarle qué pasa por su cabeza esta noche, en este preciso momento. Pero mi cabeza me dice que es mejor que no lo sepa.

—¿Quieres subir? —pregunto. Sus ojos se abren con confusión—. Quiero decir —mis mejillas se encienden —, podemos tomarnos algo en casa. Es tarde y no me gusta que vayas solo a estas horas.

Él ríe levemente, sus labios estrechándose. Realmente me preocupaba que fuera sólo a estas horas, pero no era exactamente esa la razón por la que quería que se quedara.

—Como quieras.

Subimos, de nuevo en silencio, y al llegar él se sienta en el sofá, sus manos aún en sus bolsillos. La sensación de vacío en mi pecho se hace más grande, a un ritmo mayor del que puedo controlar. Es una sensación inexplicable, algo incontrolable. Michael sólo se sienta ahí, inexpresivo y en silencio.

—Michael —su atención se fija en mi—. ¿Por qué me acompañaste a la fiesta si no querías ir? ¿Tan disgustado estás conmigo por haber hecho que vinieras?

Su gesto se torna en confusión, y suelta una pequeña risa, pero su vista vuelve a alejarse de mis ojos.

—Lena, no estoy enfadado contigo. ¿Por qué dices eso?

—Bueno, vale, no estás enfadado. Pero me quedaba solo esa opción, o que simplemente eres idiota y te gusta jugar conmigo y lo que siento —la habitación es inundada por un silencio que duele, o quizás han sido mis palabras las que se aferran a mi piel como fuego. Y probablemente también a la piel de Michael, cuyo rostro palidece levemente y su sonrisa cae a plomo, sus labios formando ahora una linea recta. Sus ojos se entrecierran unos milímetros, suficiente para que yo considere ese gesto como un por qué—. Lo siento —susurro.

Él se levanta, sus ojos evitando los míos, como si sintieran vergüenza.

—No lo sientas.

—Solo quiero que me digas qué quieres que haga. Cómo quieres que me tome todo esto, tus cambios de humor, tus continuas huidas. Dime qué hago mal.

Él sacude la cabeza, pasando sus manos por su pelo desordenado y colocando su flequillo, como hace siempre, como una especie de tic.

—No es nada de eso Lena. No es eso —muerde sus labios, no encontrando las palabras correctas.

—Entonces dime por qué esto es tan complicado cuando no debería serlo.

A pesar de que quería evitar aquella frase a toda costa, al igual que él lo hacía, es la única manera con la que consigo que sus ojos vuelvan a fijarse en los míos, aunque no quiera. Ya no son verdes, ya no tienen brillo. Ya no tienen nada.

—Soy yo el que debería pedir perdón. Soy yo el que tiene la culpa.

—Dime una cosa. ¿Es esto una relación para ti? En una relación no debería haber culpables, ni ganadores y perdedores. ¿Por qué te empeñas en convertirlo en un juego?

Sin embargo, no logro obtener respuesta a ninguna de las preguntas. Lo observo, mientras él prefiere fijarse en algún punto de la pared junto a él. Ni siquiera puedo decir si sus ojos están llorosos, o si está mordiendo sus labios, conteniendo decir algo.

En una fracción de segundo, lo veo dirigirse hacia la puerta. 

—¿En serio? ¿Vas a huir otra vez? —aunque quiero gritar, mi voz no tiene la fuerza suficiente. Él se gira, de nuevo sin mirarme a los ojos—. No —suelto en cuanto sus labios se abren para decir algo—. No se te ocurra volver a disculparte. No vuelvas a decir que lo sientes cuando en el fondo sabes tan bien como yo que no es verdad.

Y a pesar de que, en el fondo, esperaba una respuesta, simplemente vuelve a juntar sus labios, dándome la espalda y cerrando la puerta con el mayor cuidado posible.


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HOLA BABES.

Lo se, llevaba muchísimo tiempo sin actualizar, pero ya sabéis que estaba de exámenes y bueno me ha costado un poco volver a encontrar la inspiración. Perdonar la tardanza, en serio, espero que no me odiéis demasiado. Y perdonarme también por hacer este capítulo tan corto y soso idk, es un capítulo de transición y quiero llegar ya a lo que es lo importante porque esto era en principio una historia corta lmao.

También quería deciros que esto llega a su fin, la historia ya está poco a poco llegando a su desenlace final. Y espero que aguardéis el final con ganas, y sobretodo espero llegar a vuestras expectativas. 

Muchísimas gracias por todos los likes/comentarios, y sobre todo gracias a todos por leer. 

pieces | m.c » secuela de "hopeless"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora