cuatro

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CAPITULO
CUATRO; LENA.

18 de noviembre

        No sabría decir con exactitud cuántas horas han pasado, pero diría que toda una eternidad. El reloj del aparato de música marca la una y cinco de la mañana. Y aún no tengo suficiente de estar aquí con él. La forma en la que él me mira, en la que sonríe cuando le cuento cualquier cosa. Cómo sus ojos se estrechan, cómo se ríe cuando ríe de verdad. Cómo sus manos se entrelazan perfectamente con las mías, como en este instante. Sus pequeños dedos, aunque más grandes que los míos, recorren la palma de mi mano. Dibujan patrones sin sentido, subiendo por mi muñeca. Su tacto me hace cosquillas y mi vello se eriza sin que pueda evitarlo.

—Y la oferta de trabajo era estupenda. Así que no pude rechazar —él sonríe cuando termino de contar toda mi historia desde que él se fue hasta aquí.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Si después de todo no lo crees... —él vuelve a reír.

—¿Te acordaste de mi cuando te ofrecieron el puesto aquí?

Su tacto se detiene a la vez que mi sonrisa se desvanece de mi rostro.

—Michael —aleja su mano y la coloca entre nosotros—. Lo único en lo que he pensado en estos tres años ha sido en ti.

Lo suelto, porque creo poder hacerlo. Porque no me da miedo decirle toda la verdad, abrirle mi corazón después de todo. No volvería a dejar que la vida nos alejara por no saber decirnos el uno al otro lo que sentimos.

La escasa distancia entre nuestros rostros se rompe en un segundo que parece eterno. Su mano derecha va a parar a mi cuello, acercándome más a él, como si nunca estuviéramos lo suficientemente cerca. Sus labios, finos, rosados, encajan como un puzzle con los mios. Como si estuvieran hechos para ellos, como si toda la vida hubieran estado esperando para juntarse. Respiro su aroma como una bocanada de aire puro. Su olor va acompañado de miles de recuerdos y episodios junto a él. Siempre lo supe y nunca lo pude ver. Siempre supe que él era para mi, aunque nunca se lo dijera, aunque ni yo misma lo viera.

Su pulgar acaricia mi mejilla a la vez que abre la boca suavemente. Mis manos van hacia su pecho, lo agarran de la camiseta y lo acercan aún más a mi.

No es nuestro primer beso, pero es como si lo fuera. Nunca podría haberlo deseado mejor.

Él se aleja unos escasos centímetros y besa mi nariz. Yo sonrío. Coloco mi cabeza en su pecho, y él apoya la suya encima. Me abraza fuerte. Como sólo él sabe hacer.

—Michael.

—Lena.

Dudo unos instantes antes de volver a hablar.

—No te vuelvas a ir.

~

25 de noviembre.

La noche ha sido espantosa, larguísima, y la he pasado toda en vela. He estado hablando con Michael hasta bien entrada la madrugada, y el resto de la noche apenas he hecho otra cosa que pensar en él. Eso, y no dormir. Porque hoy tenemos algo parecido a una cita y no se cómo tomarme eso.

Ha pasado una semana desde la noche en la que nos besamos, y tuvimos que renunciar a vernos antes por mi trabajo y por el suyo. Así que tuvimos que aplazarlo hasta hoy. Y el día ha llegado, y aún no sé nada. Ni qué ponerme, ni cómo hablarle ni cómo actuar. ¿Era una cita? ¿Un día entre amigos como siempre habíamos hecho? ¿Había una tercera opción que yo desconocía?

En uno de los muchos momentos que he pasado despierta, he llegado a la conclusión de que no sé nada de parejas. Mis últimos cuatro años han sido los peores de mi vida por lo de Dan, y ahora ya no recuerdo nada sobre lo que era querer a alguien. Joder, ¿acaso quería a Michael? Cómo podía saberlo si la única persona a la que he amado ahora está muerta y juré que jamas querría a nadie como lo quise a él.

Mi cabeza da bandazos por el flujo de pensamientos que me invaden y que han perturbado mi sueño. No quiero volver a pensar en mi pasado ni en nada. No quiero echar a perder todos los avances que he hecho hasta ahora. Sólo quiero estar con Michael.

En a penas media hora me ducho y me arreglo, con un vestido blanco informal. Recojo un poco la casa y llamo a Michael para confirmar la hora. Pero no lo coje.

Espero unos cinco minutos, y lo vuelvo a llamar. Tampoco contesta esta vez. No quiero pensar lo peor y creer que me esta ignorando, porque siempre he odiado ese tipo de gente. Pero empiezo a asustarme.

Espero diez minutos, a falta de otros cinco para la hora acordada. Vuelvo a llamar, y no contesta. Me siento en el sofá, apoyando los codos en las piernas, y sujetando la cabeza con las manos. Muevo los pies con nerviosismo y ya no se qué hacer. En mi mano derecha, el teléfono vibra.

Mensaje de Michael: “Lena, lo siento muchísimo pero tendremos que vernos otro día. Me ha surgido un problema. Luego te llamo.

Lo leo mil veces y no consigo explicar nada. No se si la parte que más me molesta de todo esto es el hecho de que nuestros planes se hayan fastidiado, o que no me haya dado más explicaciones, ni se haya dignado a llamarme. En cualquier caso, el malestar y la rabia ahora mismo es tan grande que simplemente me cambio a ropa más cómoda y me escondo en mi habitación con la música al volumen más alto que los altavoces me permiten.

——

Siento que este sea tan corto y soso, el próximo será más largo e interesante. Espero que os esté gustando y estéis preparados para lo siguiente y y y quiero que deis vuestra opinión y eso, me encanta leer vuestros comentarios.

pieces | m.c » secuela de "hopeless"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora