La decisión

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2 de mayo de 1998

- ¡Avada Kedavra!

- ¡Expelliarmus!

El estallido retumbó como un cañonazo, y las llamas doradas que surgieron entre ambos contendientes, en el mismo centro del círculo que estaban describiendo, marcaron el punto de colisión de los hechizos. Harry vio cómo el chorro verde lanzado por Voldemort chocaba contra su propio hechizo, vio cómo la Varita de Saúco saltaba por los aires -obscura contra el sol naciente-, girando sobre sí misma hacia el techo encantado como antes la cabeza de Nagini, y dando vueltas en el aire retornaba hacia su dueño, al que no mataría porque por fin había tomado plena posesión de ella. Pero Harry, con la infalible destreza del buscador de quidditch, la atrapó con la mano libre, al mismo tiempo que Voldemort caía hacia atrás, con los brazos extendidos y aquellos ojos rojos de delgadas pupilas vueltos hacia dentro. Tom Ryddle cayó en el suelo con prosaica irrevocabilidad, el cuerpo flojo y encogido, las blancas manos vacías, la cara de serpiente inexpresiva y sin conciencia. Voldemort estaba muerto, lo había matado su propia maldición al rebotar, y Harry se quedó allí inmóvil con las dos varitas en la mano, contemplando el cadáver de su enemigo.

Hubo un estremecedor instante de silencio en el cual la conmoción de lo ocurrido quedó en suspenso. Y entonces el tumulto se desató alrededor de Harry: los gritos, los vítores y los bramidos de los espectadores hendieron el aire. El implacable sol del nuevo día brillaba ya en las ventanas cuando todos se abalanzaron sobre el muchacho.¹

Louis admiraba la escena desde una de las equinas del Gran Comedor, el sentimiento de júbilo y positividad era contagioso, la Guerra por fin había culminado y con ello la esperanza de un mundo sin temor.

Pronto, Louis se cansó de observar como todo mundo abrazaba y le agradecía al joven de la cicatriz por salvarles la vida, cosa bastante irónica estando en los escombros donde se podían hallar algunos cadáveres de magos y brujas que perdieron la vida durante la segunda batalla; separó la mirada del tumulto de gente que rodeaba a Potter y dirigió su atención hacia lo que fue el escenario de guerra, contrajo el rostro al vislumbrar algunos cuerpos sin vida entre los cimientos destruidos de la gran sala, su corazón se apretó afligido y no pudo evitar la ola de tristeza y melancolía que lo invadió.

Al parecer no fue el único que notó las consecuencias de la segunda batalla, pues las celebraciones terminaron y el dolor y el duelo abarcaron los corazones de los presentes tan súbitamente como la alegría había llegado.

Entre todos empezaron a intentar borrar aquella trágica escena, algunos comenzaron la labor de recolectar e identificar los cadáveres que permanecían en el suelo trasladándolos hacia otra estancia lejos del cuerpo del Señor Tenebroso, otros magos y brujas se dedicaron a cuidar y auxiliar a los heridos, otros tantos regresaron al ministerio para arreglar el desastre en el que se convirtió el lugar tras ser tomado por los mortífagos, algunos más se dedicaron a difundir la noticia y empezar a crear un plan para retomar la vida como se conocía antes de que dominara el Señor Tenebroso.

El transcurso del día fue pesado. Louis auxilió a varios heridos, ayudó al profesor Slughorn y a la profesora Sprout a preparar una poción para los nervios para calmar a los omegas y alfas que estaban muy ansiosos, mientras otros chicos ayudaban a madame Pomfrey a hacer pociones para los heridos. También participó, junto con más magos jóvenes, en la reconstrucción del Gran Comedor dirigidos por la profesora McGonagall y el profesor Flitwick.

La noche cayó y las personas que aún seguían en el colegio se sentaron a lo largo de las mesas de las casas y sin importar a qué casa pertenecían tomaron lugar formando grupos donde muy pronto empezaron a chalar. Louis se sentó en una esquina de la mesa de Slytherin más por costumbre que por otra cosa, sin embargo, resultó agradable tener un momento de tranquilidad. Fue cuestión de unos minutos para que platos repletos de comida aparecieran frente a todos, seguramente la profesora McGonagall les pidió a los elfos domésticos que cocinaran algo, y aunque nadie había pensado en comida durante todo el día todos atacaron los platillos frente a ellos.

RedemptionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora