Helado de chocolate, pie de limón, café, pimienta... ¿jabón y libros?

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El autobús que llevaba a Bibury se detuvo al llegar a la parada del pueblo, un alfa sin nada que perder y con una misión que cumplir bajó con un único pensamiento en mente, terminar con lo que había comenzado.

Colgó su mochila cargada con lo poco que poseía sobre su hombro y caminó sobre el desgastado sendero que lo llevaría al centro. Había conseguido una habitación en casa de una señora mayor a cambio unas cuantas libras y algunas horas de trabajo en la pequeña tienda que administraba la familia, unos pocos días eran los que planeaba quedarse.

O al menos eso creyó.

Un lastimero grito cargado de angustia y dolor llegó a sus oídos, su alfa se estremeció mas no movió un solo dedo, no venía a hacer amigos. Caminó lentamente siguiendo la dirección anotada en una servilleta por la misma señora que le daría asilo cuando su cuerpo se congeló.

Los gruñidos de alfas no suelen afectar a otros alfas, mucho menos paralizarlos; sin embargo, aquel rugido fue tan potente, cargado de posesividad y angustia que le dolió el pecho de imaginar lo que sentía ese pobre individuo, no había duda que el alfa buscaba desesperadamente a su pareja.

De nuevo ese quejido que rogaba por socorro retumbó en sus entrañas, el alfa a pocos metros de distancia de él reaccionó y corrió hacia la entrada de Montague's bar y restaurante.

—Pobre chiquillo, espero que alguien lo socorra —habló una anciana omega.

—¿Qué ocurrió?

—Un jovencito foráneo estropeó la comida del local de Benton, no confío en ese alfa gruñón. Que Dios se apiade de ese omega —contestó la vieja para después darse la vuelta.

Un nuevo alboroto y gruñidos provenientes del restaurante se registraron en los oídos del alfa. No necesitó mucho para atar cabos, sus ojos se abrieron ante la sorpresa y su corazón se tambaleó al recordar una historia similar.

Quizá podría alargar un poco su estadía.

..............

Harry había viajado a Londres el día anterior, por fin había juntado el dinero suficiente para comprar un nuevo horno para su panadería, este le haría la vida más sencilla pues era uno muy moderno, tenía capacidad para diez charolas, era automático y ahorrador de gas, por lo que le vendría de maravilla. Llegó a mediodía y fue directamente a la tienda en la que, el año pasado, había visto esa belleza. Al entrar sus pupilas se dilataron, miles de artículos y accesorios de cocina estaban expuestos en vitrinas, Harry quería comprar todo, lamentablemente muy pocas veces podía darse el lujo de comprarse algo que anhelara, hoy era una de esas ocasiones, trabajó muy duro todo el año y por fin podría tener en su posesión el horno de sus sueños.

—Buenas tardes, ¿puedo ayudarlo con algo?

—Buena tarde, sí, por favor. Hace unos meses, estaba expuesto un horno automático con capacidad para diez charolas en el área de panadería, sólo que hoy no lo encuentro, ¿podría ayudarme? —contestó Harry con amabilidad a la chica que se había acercado para ayudarlo.

—Claro, déjeme pregunto por el artículo, no tardo. —Harry asintió a sus palabras y observó como la chica se alejaba.

La joven tardó un rato en regresar, tiempo en el que el alfa observaba distintas máquinas que definitivamente quería, batidoras con potencias predeterminadas dependiendo de lo que quisiera hacer; cortadoras de masa con más de dos tipos de corte y más hornos que, aunque llamaban su atención, o no tenían lo que él quería o eran muy caros. La trabajadora que lo había atendido apareció en el pasillo.

—Lamento la tardanza. Me comentan que el horno que me describió se descontinuó hace dos meses y ya no tenemos ese modelo en la tienda ni en almacén. Sin embargo, ya contamos con la nueva versión que lanzó la marca. ¿Quiere verla? —Harry asintió esperanzado de que el precio del horno estuviera dentro de su presupuesto.

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