La verdad

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Esa mañana se despertó con una sonrisa radiante, los recuerdos de la noche anterior sólo incrementaban la felicidad que sentía en pecho. Se removió en su cama, girándose para poder ver al dueño de su corazón; súbitamente la felicidad cayó, Harry no estaba en la cama y parecía haberla dejado hace un buen rato.

Miró el reloj que había colgado en una de las paredes de su habitación, era medio día, su omega que se había resentido por la ausencia del alfa se tranquilizó. Estaba casi seguro que se encontraba trabajando, sonrió inconscientemente, Harry era muy responsable y trabajador.

Después de estirarse, a regañadientes salió de la cama. El frío no se hizo esperar, subió por sus pies descalzos e hizo doler sus huesos, era arrasador, más que otros días. El otoño prometía ser helado, no quería imaginar lo que sería el invierno. Con un movimiento de varita tendió su cama, Louis intentaba limitar el uso de su magia, sin embargo, cosas tan nimias como tender la cama, lavar platos o ropa, le causaban tanta flojera -además de odiarlo- que no lo podía evitar. No hacía daño a nadie facilitando su vida con simples conjuros.

Tomó una ducha rápida antes de bajar a prepararse algo para comer, tenía tanta hambre que podría comerse un hipogrifo él solo. Al pasar por el comedor sus ojos enfocaron unas flores que, definitivamente él no había comprado. Estando de frente a la mesa, su corazón dio una vuelta para después agitarse, causando vasodilatación en sus mejillas otorgándoles un tono rosado.

Con manos trémulas, tomó el ramo de flores atados con un listón rosa, eran girasoles. Otra ola de sangre caliente recorrió su cuerpo, provocando que sintiera miles de doxies (hadas mordedoras) en el estómago. Había una nota y a lado una cajita.

Buen día, sol. Lamento haberte dejado solo, tenía que ir a trabajar y no quería despertarte, te veías hermoso. Me hubiese gustado darte esto en persona, pero no podía esperar; además, seguro me hubiera puesto súper nervioso.

¿Me dejarías cortejarte?

Te quiero, Harry.

PD: Ya quiero verte, no quería irme esta mañana.

Decir que su frecuencia cardiaca estaba acelerada era poco, en ese instante todas sus células sanguíneas corrían en una carrera desenfrenada y sin línea de meta. Sin poder contenerse, abrió la cajita que se encontraba allí, tal cual como lo haría un niño al abrir sus regalos la mañana de navidad. Ahogó un grito de emoción al ver el contenido.

Recordaba su conversación con Harry, pero mientras se duchaba había jurado que era producto de su imaginación, sin embargo, en ese momento tenía entre sus dedos una cadenita a la cual le colgaba un dije, uno que el alfa lo había seleccionado de acuerdo con lo que Louis significaba para él.

Pasó un dedo contorneando la forma del dije, una varita mágica a la cual le salían chispas en forma de solecitos. Podía jurar que Harry lo había mandado a hacer, con una sonrisa que le llegaba hasta los ojos, achicándolos un poco, se colocó en su cuello la cadenita. Se sonrojó más al ver su reflejo en la ventana, le gustaba como se le veía y le gustaba aún más el significado que tenía.

Una sensación incómoda llegó a su estómago junto a un pensamiento que hizo eco en su cabeza; como si hubiera tragado un puñado de clavos, sintió la garganta seca. Temor, uno profundo y doloroso. Louis no quería perder a Harry, moriría antes de hacerlo, mas no soportaría tenerlo a expensas de una mentira.

Con el corazón en manga, el omega salió de casa. Sería valiente por una vez en su vida, contaría quién es en realidad y confesaría los momentos de su vida que le quitaban el sueño y le entregaría al alfa lo último que le quedaba; su marchito corazón que había vuelto a latir gracias al ser que guardaba el más bello bosque en sus ojos, aquel que, con palabras tiernas y besos tímidos, le curó el alma; al joven del que florecía la más pura magia en sus acciones, el mismo que le había dado un nuevo sentido de lo que es la vida.

RedemptionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora