Primera cita

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El tiempo pasó y el otoño estaba a punto de comenzar. Los días que el verano les regaló con un sol cálido y brillante estaban siendo reemplazados rápidamente por días con enormes nubes grises y ventiscas cada vez más frías. En Bibury, los paisajes siempre demostraban el cambio de las estaciones, era un espectáculo realmente bello de apreciar. Los árboles gigantescos que abundaban en el pueblo año con año teñían las calles de color naranja, café y amarillo con las hojas secas que el viento arrancaba de ellos; la fauna que habitaba en los alrededores y que era visible durante los meses cálidos del año, se reducía a la mitad, patos silvestres, mariposas de mil colores y liebres se iban para darle paso a las criaturas que reinaban en esa época, que, en su mayoría, carecía del brillo de esas.

Muy a pesar de la ausencia de brillo y vitalidad que él adoraba del verano, se encontraba realmente entusiasmado este año, y es que no era difícil oponerse a la emoción que el pequeño omega contagiaba sobre la época.

--... son los adornos, la ropa caliente y ridícula que la gente usa, la comida y ah. --Hizo uno de los gestos que a Harry, secretamente, le encantaba: el sonido de satisfacción de cuando algo realmente gusta acompañado con una vuelta de ojos hasta casi ponerlos en blanco--. El chocolate caliente. --El alfa rió desde su posición, estaba acomodando el pan en los estantes.

Se había vuelto costumbre que Louis llegara antes de que Harry abriera la panadería y lo acompañara hasta que todo estuviera listo. Al alfa le había sorprendido que a las dos mañanas de su primer encuentro "real", el omega había regresado cuando aún no había abierto, siendo que esa vez sí se despertó temprano. Ese día Louis se excusó diciendo que se había despertado por un mal sueño y ya no pudo volver a dormir, se quedó hasta que cambió el letrero de "cerrado" a "abierto". Dos días después, regresó nuevamente diciendo que había soñado con el croissant de almendras y que desde que se despertó su estómago gruñía, el pan tardó dos horas en salir del horno. Eventualmente, Louis empezó a aparecer cada mañana y pronto dejó de excusarse, simplemente se sentaba en el mostrador y hablaba con él hasta que era hora de recibir a los clientes.

Algunas veces el omega le ayudaba a barrer, aunque Harry le dijera que no, otras veces se metía a la cocina y leía las recetas mientras intentaba seguirlas junto con el alfa, algunas otras sólo entraba y le tiraba harina en la cara y entonces, el de ojos verdes le ensuciaba la nariz con mermelada. Para ese punto, Louis ya sabía hacer croissants, donas, sourdough, algunos rellenos para empanadas y mermeladas, no le quedaban tan buenos como al alfa, sin embargo, Harry había cumplido la promesa de enseñarle a cocinar.

Lo que más les gustaba a ambos, era los treinta minutos, que sin hablar se habían asignado, para desayunar pues, podían prestar toda su atención al otro. El alfa se había negado rotundamente a cobrarle el pan que Louis se comía, por lo que el omega, había decidido llevar café, o té o una malteada, o alguna bebida para acompañar y algunas veces llevaba ingredientes para hacer un emparedado cuando se le antojaba.

El casi mes y medio que llevaban de conocerse para ambos se había sentido como toda una vida y no precisamente porque el tiempo se les pasaba lento -en realidad era todo lo contrario-, sino porque la relación se había dado muy fluida, casi nunca se quedaban sin tema de conversación, hablaban de todo desde cuentos infantiles hasta astronomía, era agradable porque lo que uno le contaba al otro prácticamente era un tema nuevo para este. Harry se había sorprendido cuando Louis le comentó que nunca había escuchado el cuento de "Los tres cerditos", el omega obligó al de ojos verdes a contarlo y cuando lo hizo, tuvo que escuchar al más pequeño reírse con la interpretación que hizo sobre el Lobo Feroz. El turno de las burlas le llegó a Louis cuando Harry le preguntó sobre los cuentos que al él le habían contado de niño; el alfa tuvo que rogar perdón a un Louis enojado por cinco minutos y lo sobornó con pan por otros cinco minutos más, para que cediera a contarle la historia que este se había negado a contarle por burlarse del nombre de la heroína del cuento, pero es que se la habían puesto difícil Babbitty Rabbitty era un nombre ridículo, aún más el nombre del cuento "Babbitty Rabbitty y su Cepa Carcajeante", sin embargo, por muy tonto que sonara el título, Harry había adorado la historia completamente.

RedemptionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora