Un nuevo comienzo

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Aterrizó a lado de un molino, la fría neblina nublaba un poco su vista, sin embargo, distinguía una chimenea de una fábrica abandonada y se apreciaba el susurro de un río que discurría entre malezas y basura, sin perder el tiempo siguió el sendero que marcaba las aguas obscuras de este, observando las construcciones casi idénticas al estilo chalet tan típicas de Cokeworth. Louis se detuvo frente a una casa mediana, se adentró al jardín y caminó sobre una senda marcada a los costados con piedras de río que terminaba en la puerta de la morada. Al llegar, tocó con los nudillos dos veces y esperó. Cuando oyó un "ya voy", el omega sonrió por primera vez en el día.

—Identifíquese. —La voz de uno de los pocos amigos que le quedaban en el mundo mágico sonó detrás de la puerta.

—Soy yo —contestó con obviedad Louis.

—Ammm y ¿se puede saber, por Merlín, quién es "Yo"? —replicó la misma voz, un poco más relajada.

El omega rodó los ojos, ¡joder! Se estaba congelando afuera y el alfa se ponía a jugar, podía jurar que ya sabía que era él.

—Niall, soy Louis. Abre, déjame pasar, está haciendo un puto frío acá fuera.

La puerta se abrió y un alfa con varita en mano, dispuesto a atacar de ser necesario, lo dejó entrar. Apenas dio dos pasos dentro de la casa, cuando Niall lo acorraló contra la pared con la varita apuntándole al cuello.

—Responde —habló—, en tercer año, cuando nos conocimos, hicimos equipo para la clase de Herbología. ¿Qué planta trasplantamos ese día?

—¿En serio? —refunfuñó Louis.

—Responde. —El alfa agarró con más fuerza su varita y calentó un gruñido en el pecho.

—Era una Mimbulus mimbletonia. ¿Contento? —El omega alzó las manos en señal de paz.

—Ah. —Niall bajó su varita y lo abrazó—. ¡Sí eres Louis! Hombre, lamento el histerismo, pero no sabes cuantos mortífagos intentaron hacerse pasar por alguien conocido. —El alfa se alzó de hombros para restarle importancia—. Y aunque El-que-no-debe-ser-nombrado se ha ido, sigo aterrado. —Louis se rio, lo había extrañado bastante.

Sentado en una silla del comedor, Louis esperaba a que el dueño de la casa llegara con dos tazas de té de lavanda cosechada en casa. Niall era un alfa perteneciente a la casa de Hufflepuff, se conocieron en la clase de Herbología avanzada y a pesar de ser muy diferentes, ambos habían congeniado de maravilla. No pasaban mucho tiempo juntos pues, además de ser de casas distintas, su círculo social e ideales de ese entonces contrastaban demasiado. Louis era pretencioso y arrogante, casi siempre iba rodeado de varias personas entre ellos sus mejores amigos Elouise y Elliot, a quienes Niall jamás toleró; por otro lado, el alfa era parlanchín y amable, se llevaba bien con todos, pero a menudo prefería estar solo. No obstante, encontraron en ellos un amigo con el que podían contar en todo momento.

Conforme crecían, compartían cada vez menos tiempo y durante su último año, Niall jura que vio al omega apenas dos veces en todo el ciclo. Desde que se graduaron de Hogwarts no se habían reunido, el alfa se había especializado en Herbología sanadora y ahora trabajaba en un pequeño laboratorio que fabricaba pociones sanadoras, mientras que Louis era auror en el Ministerio. Sin embargo, ambos mantenían la costumbre de comunicarse mediante lechuza cada tantos meses, siendo la última enviada en navidad donde el alfa le mandó una bonita flor voladora.

—Y... ¿Qué te trae por acá? —dijo Niall mientras cruzaba la puerta que conectaba la cocina y el comedor. Traía dos tazas de barro en manos y cuando llegó junto a él, dejó una taza sobre la mesa—. La última vez que te vi fue hace casi más de dos años y por más que te invité a venir, jamás te animaste. Así que, desembucha ¿en qué andas?

RedemptionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora