Makaria

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Tras caminar por un tiempo me di cuenta que lo ese hombre consideraba un jardín podría ser tan grande como un bosque, era enorme pero no es como si pudiera dar opinión ya que está no es mi casa.  Pero era bastante extravagante e iluminado contrario al Palacio al que me llevó. Era totalmente negro y lo más impresionante fue ver a un perro gigante de 3 cabezas durmiendo en la puerta.

— Es un perro muy gran- — No termino mi frase debido a que no me siento cómodo con estas piernas tan pequeñas
— Malditas piernas cortas... — Mascullo en voz bajo y me pongo de pie nuevamente mirando con curiosidad al perro. Que cuando noto nuestra presencia comenzó a acercarse.

— ¿No te aterra? — Dijo mientras acariciaba el lomo del perro, que a pesar de su apariencia bastante salvaje era muy dócil con el señor. — ¿Sería raro que no? Realmente sólo me asombra — Me vuelvo a levantar sacudiendome el polmo que se pegó a mi ropa, no la había visto antes pero era sólo un pedazo de tela blanca que le llegaba a la mitad de sus piernas por debajo de la rodilla agarrado en el cuello y la cintura con una cuerda fina de color gris.

Cuando desvíe la mirada para limpiarme el perro me estaba observando directamente, bueno una de sus cabezas lo hacía, parecía analizarme buscando algo, yo incline mi cabeza a un lado y el perro me imitó, la moví hacia un lado, después al otro y perro sólo me imitaba — Que lindo — Reí de forma baja mientras estiraba mi mano para acariciarlo, le toque la nariz, pensé que me iba a morder pero no lo hizo.

— Es raro que Cerbero se deje tocar por alguien —Yo seguía acariciando la nariz del can mientras miraba al sujeto extraño. — Vamos, entremos — Iba a seguirlo pero volví a tropezarme, sólo masculle pequeñas maldiciones para mi mismo — ¿Tu forma actual te resulta molesta? — Cuando volví a levantarme sólo asentí con mi cabeza.

El quito la cuerda de mi cintura y acto seguido tocó mi cabeza, estaba confundido por sus acciones pero no me atreví a decir nada — Cierra tus ojos un momento — No objete e hice lo pedido, sentí mi cuerpo estirarse poco a poco, cuando quito la mano de mi cabeza abri los ojos y mire mi cuerpo. Era más alto, me sentía más cómodo con mi cuerpo y sonreí. Luego note que la prenda que llevaba puesta ahora me quedaba muy corta apenas cubría la parte trasera y delantera que nadie debía ver, lleve mis manos para poder cubrirme un poco y me sonroje por la vergüenza.

Al parecer noto mi vergüenza por qué se sacó su capa y me envolvió en ella para cubrirme — Vamos — Asentí y lo seguí sin objeción.

Por dentro el Palacio era aún más grande, estaba lleno de pilares, pinturas y estatuas bizarras, en el patio también había pero todas eran humanas y con caras horrorizados, también... esqueletos que cuidaban del lugar. Eso me erizo la piel pero había visto un perro de tres cabezas gigante así que trate de no darle importancia.

Sin querer me quedé mirando un pilar que podía jurar que era de plata, este pilar era del triple de ancho que mi cuerpo, tenía decoraciones de personas cayendo al fuego. El señor tiene gustos por lo macabro.

— ¿Quien eres? — Escucho una voz infantil y miró alrededor para encontrar a la dueña, una pequeña niña atrás del pilar mirándome con curiosidad, su cabello era negro lacio y con ojos rojos brillantes carmesí, por alguna razón al verlos comenze a llorar, como si recordará a alguien perdido — ¿Estás bien? — Me limpió los  ojos con mi mano y he inclino mi cabeza para ver a la niña — Si estoy bien, bueno quien soy... tampoco lo sé, ¿tu como te llamas pequeña? —

— ¡No soy una pequeña! Mi nombre es Makaria —

Un amante para el reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora