3- Que

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La mañana del verano había sucedido una terrible tragedia, todo empezó después del almuerzo.

Era domingo y la pareja había despertado tarde como de costumbre por ser su día libre, Emilio había preparado el desayuno aquella mañana. La ensalada de frutas descansaba sobre un tazón de cristal transparente sobre la mesa y al lado de ella platos de porcelana estaban repletos de aquel exquisito manjar.

Emilio había despertado esa mañana con ánimos y quería preparar el desayuno para su novio, los últimos años habían sido complicados y aún más para Joaquin quien debía de tener la carga de ambos sobre sus hombros, ahora el menor era responsable de ambos.

Emilio despertó con el ánimo sobre sus pies y danzando sobre la habitación sus zapatos fueron hasta la cocina. Buscó una manera de agradecerle por todo lo que había hecho los últimos meses y años que parecían ser eternos, ese día se sentía con tantos ánimos de volver a ser él, el que no terminaría dentro de una tumba. Ese día simplemente era un novio que consentía al amor de su vida, dándole mimos y llevando la comida hasta su cama, despertándolo con besos en las mejillas rosadas hasta ver la luz en sus ojos, aquella mañana era ese Emilio, no había nadie más.

-Buenos días, Sol.

Y el sol no fue lo único que iluminó la habitación por la mañana, para Emilio cuando su amado sonreía no había nada que brillara más que el rostro iluminado de su Sol.

-¿Qué día es hoy, Emi?-Preguntó con un bostezo intermedio entre la frase.

-Dieciséis de septiembre- Besó con lentitud sus labios sintiendo el dulce que había sobre ellos cada que despertaba.

Y sobre la mesa terminaron comiendo la fruta en rebanadas que Emilio había picado y preparado con el yogurt favorito de su novio.

De la garganta del menor escapaba una armoniosa melodía que sonaba cada vez que tragaba, Emilio pudo recordar que aquella melodía salía de los labios de Joaquin cuando se sentía muy feliz y eso alegraba de sobremanera a Emilio ¡Por Dios! Le encantaba ver a ese hombre con alegría en el rostro. El rizado daría su vida misma para que Joaquin nunca tuviera que atravesar la melancolía y en él hubiera una sonrisa como aquella cada mañana.

-¿Te gustaría salir hoy,Joaco?- El castaño después de masticar la fresa que había llevado a su boca asintió con una chispa en sus ojos bañados en miel-¿Qué te parece una cita? Hace tiempo no tenemos una ¿No crees?

-Sin duda alguna- Contestó asintiendo la cabeza -Necesito una cita con el amor de mi vida ahora mismo.

-Uh-El rizado se puso de pie para ir junto al castaño quien también se levantó de su asiento pasando con delicadeza sus brazos sobre los hombros de él y sintiendo sus manos reposadas sobre su cintura-¿No crees que se pondría celoso de que salieras conmigo?

-Eres un idiota, Emilio Osorio.

-Y yo te amo tanto, Joaquin Bondoni.

Copito llevaba una correa en su cuello, aunque de nada servía eso porque se había soltado del agarre de Joaquin apenas llegaron al parque y el cachorro vio un pajarillo dando brinquitos sobre el césped.

Copito había llegado a sus vidas años atrás mientras en una cita en la noche después de cenar en un restaurante el frío hacía volar los rizos de Emilio contra su rostro y las manos de Joaquin se encontraban como un témpano, para el Rizado todo era peor, pero no lo admitiría, le gustaba ver a su amado usando su ropa, la chaqueta de cuero de Emilio llegaba por abajo de los muslos de Joaquin y la nariz del castaño podía notarse roja bajo la luz de la luna.

Caminaban entre las calles antes de llegar a su vivienda en Princess Park, iban tomados de las manos sacando vapor cada que separaban sus labios, así que intentaba no hacerlo por la frialdad de la noche.

¿Que Día Es Hoy, Sol? [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora