5- Olvide

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Había rosas en la puerta de la entrada.

Era su aniversario y Joaquín estaba ayudando a Emilio a comer sopa.

Últimamente Emilio había tenido problemas para levantar la cuchara y comer por sí mismo, eso lo molestaba mucho y solía hacer rabietas cuando sucedía, pero si eso pasaba Joaquín llegaba y acariciaba sus rizos diciéndole que estaba bien, que él a veces incluso olvidaba la forma correcta de escribir su apellido y luego le daba cucharaditas de su sopa a su esposo.

Joaquín había preparado sopa de fideos para Emilio porque esa era su sopa favorita y había estado de malhumor las últimas semanas, así que buscaba con qué animarlo y la comida siempre era una buena idea.

Los últimos años habían sido pesados y sobretodo lentos y aunque era difícil de creerlo, lo eran más para Joaquín que para Emilio.

Emilio permanecía horas inmóvil sentado sobre su silla o de pie viendo a la ventana, pasaba el día y la luz atravesaba la sala con rayos cálidos hasta que era reemplazada por la luz de la luna que alumbraba el rostro del hombre.

—Amor, es hora de ir a la ducha.

Y sin respuestas— como ahora se había convertido en una costumbre- Emilio tomaba la mano de Joaquín que extendía para llevarlo al baño y mientras caminaban juntos. El menor le contaba a su chico cómo había sido su día y preguntaba por el suyo y aunque sabía que Emilio respondería poco —cuando tenía suerte— o simplemente no respondería, él lo seguía haciendo.

Seguía preguntando a Emilio cómo iba su día porque estaba interesado en él, porque quería saber que su esposo se sintiera bien en sus manos y estuviera cómodo bajo su cuidado.

Pero Joaquín no lo sabía, él nunca lo sabía.

Llegaron a la ducha y Joaquín empezó a desvestir a su amor mientras este veía la cortina del baño con suma atención, el castaño desabotonaba la camisa color amarilla que vestía ese día.
Al despojarlo de sus prendas, Joaquín reprimió un sollozo en su garganta.

Emilio era tan delgado.

Tenía días donde no quería dar ni un bocado a su comida aunque llevara horas sin alimento, también solía tener problemas estomacales regulares; pero lo que más le preocupaba a Joaquín es que su organismo ya no trabajara como antes lo hacía.

—Ven Emi, vamos a darte un baño de agua caliente con espuma ¿Recuerdas la espuma? Te gusta mucho.

Las piernas delgadas de Emilio tocaron el agua que llegaba casi hasta sus rodillas, se sumergió en la tina mientras Joaquín echaba agua tibia en la espalda de éste y enjabonaba su cuerpo con una esponja.

—Mira, mi amor—Joaquin sacó detrás de su espalda un botecito que tenía escondido—Son tus burbujas favoritas con olor a cereza.

Abrió el frasco dejando caer líquido a la tina haciendo que la espuma comenzara a subir. En cuanto Emilio vio las burbujas una enorme sonrisa llegó a su rostro.

—¡Burbujas!—Exclamó sonriendo y llevando espuma a su rostro.

Después arrojó toda esa espuma a Joaquín y cayeron en sus ojeras que llevaban días pintadas.

—¡Oh, entonces quieres una pelea de burbujas!

Joaquín puso más de ese líquido en el agua y después llenó los rizos de Emilio con un montón de burbujas provocando en el mayor carcajadas a los cuatro vientos.

Cuando el agua comenzó a enfriarse, Joaquín limpió a Emilio y pasó una toalla a sus hombros para secarlo mientras lo ayudaba a salir de la tina.

¿Que Día Es Hoy, Sol? [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora