Hablábamos todos los días en clase y al llegar el fin de semana seguíamos hablando por mensaje. Nunca había conocido a nadie como él, puede sonar cursi o un poco cliché pero realmente lo sentía así. Un chico que realmente me quería por cómo era yo y no por como era mi cuerpo, un chico que se interesaba por lo que me apasionaba y me miraba como si escucharme hablar fuese el mejor momento de su día. Sentía el calor de sus palabras y de sus abrazos, un calor similar al fuego que arde en una chimenea. Aún así no éramos más que un interés romántico que esperaba que fuese mutuo y, aunque más tarde descubriría que así era no podíamos disfrutar del amor del otro como lo habíamos deseado.
El mayor deseo de mis madres era tener una hija pero debido a la ilegalidad del matrimonio homosexual ni pudieron celebrar su amor con una boda ni adoptar a un bebé que lo necesitaba. La sociedad del siglo XX avanzaba cada vez más pero no lo suficiente para aceptar ese tipo de amor. Ellas iban todas las noches al bosque y se imaginaban que adoptaban a una niña como yo hasta que nací. Dicen que el árbol sobre el que yacían extendió sus ramas como brazos y me ofreció llena de tierra y hojas. Aún así el árbol les habló sobre mi destino y como estaba unida a la naturaleza. Estaba destinada a amar y cuidar la fauna y la flora más que a nadie hasta que encontrase a un ser humano digno del amor que tenía por la naturaleza. Cuando eso pasase regresaría al bosque donde nací y me convertiría en una escultura que adornaría y complementaria el paisaje. Mis madres estaban preocupadas pero vieron mi fuerte conexión con las plantas y con los animales y llegaron a pensar que eso nunca pasaría. Que ingenuas.
Lo vi por primera vez en clase pero cuando de verdad sentí que había visto su alma fue en el bosque, sí, en el bosque donde nací. Él estaba buscando un lugar donde descansar, llevaba su tabla de skate bajo el brazo. Por las gotas de sudor y su estado exhausto pude suponer que había venido hasta el bosque en skate, yo tenía que ir en bus todos los días. Allí empezamos a hablar y pasamos el resto de la tarde juntos. Fue el inicio de una bonita amistad que derivaría en un trágico amor. Él era la persona más sincera que había conocido con los ojos más hermosos y expresivos que había visto. Esa fue mi perdición. Era difícil no querer su inocente alma. Un alma tan inocente que acabó corrupta por mi culpa. Se corrompió en el momento que salió corriendo al bosque tras saber a que estaba destinada.
Te quiero más que a nada en este mundo.
Fueron las últimas palabras que le dije antes de convertirme en piedra ante sus ojos llorosos que nunca pude distinguir si eran azules o grises. Cayó a mis pies, ya de piedra mientras les secaba las lágrimas y le sonreía
Yo destrocé su corazón. Mi amor lo destrozó. Yo siempre supe lo que pasaría, sabía que él acabaría viniendo todas las tardes a tumbarse junto a mi hasta el día en el que se acabase su sufrimiento. Lo sabía y aún así fui tan egoísta de quedarme a su lado
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Relatos cortos - Mañanas conmigo misma
Short StoryRelatos cortos y reflexiones sobre situaciones y sentimientos, tanto ficticios como reales. Vuelco mis emociones sobre media página y me desahogo haciendo lo que más me gusta, escribir. En cierto modo poesía .