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——Terminamos.—Yoshio dejaba en claro por última vez a la chica que lloraba por él.

Aún sin creerlo retuvo sus palabras en su interior viendo cómo el chico que tanto amaba se iba por el camino que habían tomado.

Se dio la vuelta y cabizbaja se fue del callejón en el habían hablado.

Donde su relación acabó de la forma más cruel que podría haber imaginado.

El hecho de que le volvieran a aclarar que era reemplazable en la vida de los demás la desanimaba.

¿Qué había hecho mal? ¿Era su personalidad, su voz la que irritaba a las personas?

Cubrió sus manos con los guantes de lana que le había tejido su madre y luego las metió dentro de los bolsillos de su abrigo.

Miró a su alrededor, comenzaba a nevar y la gente caminaba apresurada a sus casas, para celebrar la última festividad de ese año.

Cuando dieron las doce en punto, un nuevo año había comenzado y ella la estaba pasando parada sola en el césped blanco entre la gente que celebraba mirando los petardos coloridos en el cielo.

El frío hizo que sus lágrimas cesaran por fuera.
Porque en su interior seguía llorando.

Su ser aguantó la caminata hasta llegar a su cama y se derrumbó al pie de esta. Abrazaba su almohada y se culpaba por las cosas que le habían sucedido unas horas antes de que comenzara un año más.

Se quedó dormida sin haberse sacado su abrigo.

Despertó viendo un cinco en el reloj a su costado.
Suspiró sacándose la ropa y entrar al baño donde se aseó de pies a cabeza.

Se preparó un café y salió con la esperanza de que todo lo que le había pasado haya sido un mal sueño.

Que podría pasar el año nuevo con su Yoshio.

Se sentó cerca de un lago cristalino rodeado por árboles gracias a que lo cuidaban.
——¡Yangmi!—escuchó a lo lejos.
Se giró a ver de dónde provenía.——¿Cómo estuvo estos días?

Y ahí fue cuando supo que nada había sido un mal sueño.

Sonrió un poco cuando el conserje se le acercó.
——Hace mucho frío. Debería volver a casa.

——No, no, yo estoy trabajando. Debería hacerlo usted que anda siempre en el frío.—señaló la escoba que llevaba en su mano.
Esa que utilizaba para barrer las hojas que caía de los árboles o la suciedad que se acumulaba en las esquinas de las veredas.

La chica rió ante esa verdad, el invierno era su estación favorita.
——Yo... apreciaré más de este clima.

——Si necesita algo puede acudir a mí o mi familia.

——Muchas gracias por la amabilidad, lo tendré en cuenta...—Yangmi sonrió, tímida.——Otra vez.—susurró esto último para sí misma.

Se despidió de ella con un "¡Hasta luego!", volviendo a su trabajo.

Yangmi para nada era social, no en el país al que se mudó.
Así que el conserje era solo un señor mayor que la había ayudado a localizar su departamento.

Unos cuántos años después de que comenzó a salir con Yoshio, decidieron mudarse a Japón. Junto a la familia del chico pelirrojo.

Sin pensar que en algún momento, ese chico la dejaría tirada en un país desconocido.

Ilúsa.

Había llegado al parque en el que ahora miraba los edificios altos de esa parte de la ciudad.

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