4. El pájaro de barro.

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N/A: ¡Disfruten el fic!

Luna se enderezó rápidamente y, sin poder creer lo que acababa de ver, siguió mirando al pequeño de barro que esbozó una radiante sonrisa. Sus dientes, a diferencia del resto de su cuerpo, eran verdes; del mismo color que el de las briznas de césped. A continuación, la criatura volvió a hablar:

-Madre, es un gusto conocerle, Luna Lovegood-. Dijo e hizo un bailecito agitando sus bracitos al aire, improvisado.

La chica continuaba sin saber qué decir. Luego de casi medio minuto, Luna oyó el grito agudo proveniente de Ginny.

-¡¿Qué es eso?!-. Exclamó la pelirroja, señalando al ser lodoso, que ahora contemplaba a los tres chicos, como examinándolos.

-¡Por Merlín! ¡Jamás había visto nada igual!-. Esta vez, fue Ron quien habló.

La criatura de barro volvió a sonreír.

-Saludos, amigos de mi madre, Ron y Ginny Weasley. Para serles honesto, yo tampoco sé quién o qué soy-. Confesó el lodoso enano. -Todo lo que sé es que, de un momento a otro, me vi surgiendo del suelo y, cuando estuve completamente formado, supe de inmediato quién era mi creadora. Me da la impresión de que sólo sé lo que ella sabe.

»Sé quiénes son ustedes, dónde vive, cuándo nació, quién es su padre, etc. Pero no sé quién soy porque mi madre tampoco lo sabe -continuó-. Ahora que lo pienso, no tengo un nombre. Me vendría bien uno«.

El pequeño volvió su vista a Luna y ésta, que no había hablado en todo ese lapso, por fin dijo:

-Nádba.

Ron y Ginny miraron a su amiga sin entender lo que acababa de decir. Pero el más pequeño daba a entender que sí había captado la pronunciación de Luna porque, en ese momento, sus ojos se iluminaron como farolas y una genuina sonrisa se trazaba en su rostro, más amplia que las anteriores. Luna también le devolvió la sonrisa.

-¡Oh, madre, me encanta! Nádba es un buen nombre para mí.

El ahora Nádba empezó a saltar de alegría, como un canguro, y de un gran brinco se metió en la mochila de Luna. Un segundo después, la campana retumbó y todos los alumnos tenían que regresar a sus actividades escolares. Los tres amigos, sin perder tiempo, comenzaron a caminar hacia el castillo. Cuando estuvieron en el vestíbulo, Luna se despidió de ambos Weasley y se puso en marcha hacia el aula de Defensa Contra Las Artes Oscuras.

Cuando abrió la puerta del aula, entendió que aquella asignatura la había empezado con el pie equivocado. Delante de toda la clase se encontraba Umbridge, con su típica ropa rosada, y parecía que apenas iba a decirles algo; pues algunos alumnos apenas estaban sacando su libro y algunos pergaminos. La profesora dirigió la vista de sus embolsados ojos hacia Luna y, con su vocecilla irritante, dijo:

-Llega tarde, señorita Lovegood, debería saber que no me gusta los retrasos. Cinco puntos menos para Ravenclaw.

Sus compañeros de casa le dedicaron miradas de enojo mientras Luna se encaminaba hacia su pupitre. La primera hora de la clase fue bastante aburrida. Lo único que se escuchaba era el rasgueo de plumas sobre pergaminos. Luna miraba de vez en cuando hacia su mochila, contemplando a Nádba, quien en ese momento estaba comiendo una rana de chocolate que le sobró a Luna de su viaje en tren. Entonces cayó en cuenta de que, sin haber echo nada, había tenido a su primer hijo. O algo así. Realmente no estaba segura de que Nádba fuese producto de ella. Jamás había creado nada semejante. Ni siquiera sabía de la existencia de aquél tipo de magia. Ahora tenía una nueva responsabilidad. A pesar de ello, Nádba no era del desagrado de Luna: al contrario, le parecía tierno y simpático. Además, Nádba aseguraba que él sabía todo acerca de Luna y de todo cuanto ella sabía. Aquello le hizo cuestionarse a la chica sobre si sería posible guardarle algún secreto a Nádba, su hijo. Lo más lógico sería que él también fuese conocedor del secreto. Mientras escribía, un »psst« le hizo detenerse y mirar hacia ambos lados. De nuevo un »psst« se oyó y Luna bajó la mirada. Por supuesto, Nádba le estaba llamando.

-Esa profesora fue injusta con usted, madre, yo opino que deberíamos darle una pequeña lección sobre ser un poco más tolerante en cuanto a la puntualidad-. Dijo Nádba, acompañado de una maliciosa sonrisita.

-¿Qué dices? No debemos hacer eso además, por desgracia, es una profesora; si le hacemos algo le dirá a Dumbledore-. Puntualizó Luna y luego pareció más alarmada. -O podría darme un castigo y, créeme, no me gustaría ser castigada por esa mujer.

-No se preocupe, nadie se dará cuenta de quién fue. Yo se lo garantizo, madre.

Entonces Nádba abrió la palma de su mano, siempre marrón, y en el centro de ésta se asomaba un pajarillo hecho igualmente de barro.

-¿Cómo has hecho eso?-. Preguntó curiosa Luna.

-Lo acabo de descubrir hace un momento-. Explicó Nádba. -Resulta que, a partir de la energía obtenida de algún alimento, soy capaz de crear otras criaturas de barro. Lo que aún no sé es si esto consume mi propia materia, es decir, mi propio barro.

Aunque Luna sí prestó atención a eso último, no podía evitar sentirse más asombrada por el ave recién nacida a partir de barro. Sin duda era un pájaro hermoso. Luego se dio cuenta de que se parecía muchísimo a un fénix. Aunque tal vez sólo fuese casualidad.

Nádba soltó al ave al resto del aula. Nadie pareció percatarse de la presencia del pájaro hasta que, un momento después, éste sobrevolaba la cabeza de Umbridge, de forma tentadora. Nadie dijo nada. Era como si todos esperaran lo que estaba a punto de pasar. Y así sucedió. El ave soltó un pedazo de sí mismo (barro) sobre la cabeza de la profesora. Luego otro, y otro, y otro más. Así hasta que se desintegró por completo. Durante este proceso, Umbridge, gritaba alarmada dando vueltas en círculo vociferando cosas como »¡¿pero qué es esto?!« o »¡juro por Merlín que esto no se quedará así!«. Cuando todos los alumnos estuvieron adoloridos, de tanto reír, la profesora exigió saber quién había sido el responsable. Por supuesto, nadie habló. Como consecuencia, todos los alumnos presentes recibieron una dosis extra de deberes que debían entregar para la siguiente clase. A nadie pareció molestarle; si ese era el precio por ver a Umbridge hacer el ridículo, entonces estaba bien.

La clase acabó y todos salieron rápidamente del aula.

-¿Eso no fue divertido?-. Dijo Nádba, camuflando su voz entre la multitud de alumnos que iban y venían por los pasillos. -Esa Umbridge recibió un poco de justicia.

-Admito que me hizo gracia-. Confesó Luna. -Pero no vuelvas a hacerlo, Nádba. No quiero perjudicar a nadie ni tampoco quiero meterme en problemas.

-De acuerdo, madre, lo que usted diga.

Luna siguió caminando por un poco abarrotado pasillo y Ron iba saliendo de una esquina. Ambos se saludaron y el pelirrojo dijo:

-¿Es verdad que Umbridge fue chorreada de barro por una especie de pájaro marrón?

La muchacha se sorprendió de lo rápido que se había expandido la noticia.

-Así es-. Afirmó Luna. Luego, le pareció que Ron era alguien en quién podía confiar por lo que, rápidamente, agregó: -Si te lo preguntas, fue Nádba quien hizo la broma.

En ese momento el mencionado, quien estaba dentro de la mochila de Luna, salió y se posó sobre el hombro de la misma y afirmó furtivamente con la cabeza.

-Vaya-. Fue todo lo que dijo Ron, admirando más de cerca a Nádba. Éste volvió a la mochila y ambos chicos, ahí mismo, estuvieron sin decir ni una sola palabra. Mirándose el uno al otro. Ron dijo: -Entonces...¿tienes pensado ir a Hogsmeade el fin de semana que nos toca ir?

A Luna le pareció curiosa la pregunta.

-¿Por qué? ¿Quieres acompañarme?-. Inquirió Luna, simplemente porque sí.

Pero Ron no pareció comprender lo mismo: sus mejillas se ruborizaron y parecía más nervioso.

-¿Cómo lo supiste, Luna? Quiero decir, claro, junto con los demás chicos, por supuesto. Vamos a dar una vuelta por ahí, comprando algunos dulces y tal.

-Claro que me apunto, Ron. Nos veremos en la salida del castillo para poder irnos todos juntos.

-Buena idea. Se lo diré a los demás para que sepan que sí aceptaste.

Las campanas resonaron y ambos chicos se despidieron tomando caminos distintos hacia sus aulas. Nádba, desde el interior de la mochila, dijo:

-Mi madre tiene una cita con Ron Weasley.

Luna pudo sentir sus colores subir. No le parecía tan mala idea. Siguió su trayecto hacia su próxima clase.

N/A: ¡Hasta la próxima!


Una liebre para un WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora