01

849 70 65
                                    

Los Jeon debían pagar por lo que hicieron. Eso había aprendido desde muy pequeño, aún cuando las palabras sonaban extrañas y sin sentido para la mente de un niño de siete años.

Acostumbrarse a ese hecho no fue difícil, ya que siempre había vivido de esa manera. Trabajando para otros, sacrificándose, intentando reparar el daño de sus ancestros, por más que no le encontrara razón para hacerlo. Habían pasado muchos años del gran desastre, ¿por qué ellos debían seguir arreglando algo que ya estaba en perfectas condiciones?

Su abuelo siempre le contó la historia, para que él no perdiera el enfoque.

—Jungkook, ten cuidado con lo que dices y haces. Eres pequeño, pero a los demás no les importará castigarte, porque eres un Jeon. ¿Escuchaste?

—Pero... pero ¿por qué? —se quejó, llorando cuando el escozor en su rostro le recordó a esa mujer mala de la tienda de comestibles, que lo sacó a golpes de allí al grito de "Hoy no es día para las desgracias"

Había sido su error. Hoy los Jeon debían mantenerse recluidos en sus hogares, porque el día domingo era sagrado, para adorar a los dioses, y no debería ser manchado por ellos. Pero era tan sólo un niño, y sus primos ya eran más grandes que él, trabajando en los huertos metidos en el bosque. Estaba simplemente aburrido, y tenía hambre. Mucha. Apenas había almorzado esa mañana, no porque no quisiera hacerlo, sino porque no había suficiente para el abuelo. Así que él fingió no tener hambre.

Pensó en que la señora de la tienda iba a apiadarse de él. Después de todo, la otra vez le había regalado una sonrisa y un bollo de pan a cambio de llevar unas cajas al almacén. ¿Eso podría significar que era buena?

Podría ofrecerle su trabajo voluntariamente, a cambio de, al menos, una manzana.

Sin embargo, apenas apareció en el lugar, varias exclamaciones rebotaron en las paredes. Y de pronto alguien lo tenía agarrado de la oreja. Él forcejeó, y era tan sólo un mecanismo de defensa, no quería realmente pegarle una patada a la persona. Y como niño, su patada no era fuerte. La cachetada en su rostro sí lo fue. Lo tiró más allá de la puerta, hasta que su cara estuvo en contacto con la tierra seca.

-¡Fuera! O haré que te arrepientas de haber profanado este día. Te castigarán si se enteran. ¡Hoy no es día para las desgracias!

La señora que le había regalado una sonrisa ahora tenía el rostro arrugado en una mueca fea, como si hubiera visto algo sumamente horrible. A Jungkook le dolió más el hecho de saber que a la doña no le agradaba de verdad, y que sólo había sido momentáneo. Su pequeño corazón se arrugó en su pecho mientras intentaba esquivar un palo dirigido en su dirección.

Y así, Jungkook tuvo que volver a su casa. Donde encontró a su abuelo, y fue corriendo hacia él, con las lágrimas y los mocos tendidos. Las manos callosas lo mecieron hasta que se calmó, y el aroma a madera invadió sus sentidos.

—Verás. Hace muchos años, los Jeon poseían todas las tierras que eres capaz de ver, incluso aquellas que se alejan en el horizonte. Eran una manada fuerte, con algo en particular que los hacía invencibles. Podían controlar a otros animales.

Jungkook se estremeció, aún sorprendido por esa parte de la historia. Siempre entusiasmado, como si su sangre valiera la pena y no fuera sólo desgracia.

》En ese entonces, los Jeon eran muy respetados. Personas justas y con un buen sentido de liderazgo. —el abuelo se relamió los labios y sus ojos dejaron de brillar—. El error está en dejar que el poder te consuma, te controle. Eso fue lo que verdaderamente sucedió. Pensaron que si podían controlar animales, entonces también podían controlar a la gente. Y eso hicieron. Echaron todo a perder por sólo sentir que tenían más poder. Jungkook, hicieron cosas muy malas que un niño no debe oír.

Campo De Jazmines {Kookmin/omegaverse}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora