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Al quinto día, Jungkook ya no pudo resistir sus ansias y visitó el territorio de juego. Escaló el árbol y permaneció allí esperando que llegara la familia Park.

Quizás había llegado muy temprano. Quizás.

Pero su lobo se negó a calmarse a menos que viniera hacia aquí. Así que tuvo que obedecer.

El animal paró las orejas cuando una cabellera rubia se bajó de un carruaje. Debajo de Jungkook, la gente comenzó a susurrar. Alcanzó a escuchar algunos elogios y otras oraciones un poco ofensivas que le hicieron apretar los dientes.

El muchacho se dirigió a su habitual asiento, con pasos largos y confiados. Se paró detrás del líder, mientras éste abría los brazos y exclamaba hacia la multitud:

—¡Bienvenidos nuevamente! Hoy comenzamos la quinta ronda de juegos. Se les asignarán nuevos grupos, de manera que puedan competir ante nuevas personas. El asistente los llamará y los reordenará. Hoy, de los cincuenta participantes tan sólo quedarán treinta que tendrán la posibilidad de demostrar su habilidad en la caza de mañana. Les deseo mucha suerte, y que la Luna los acompañe.

El líder Park era alguien delgado, pero no tan alto. Tenía la misma mandíbula que Jimin, pero sus facciones no eran delicadas y en concordancia. La nariz era algo más grande, y lo único dorado en su cabello castaño eran los brillos que se reflejaban al sol.

Jeon balanceó sus piernas en el árbol entretanto esperaba que se reacomodaran los competidores. Sólo deseaba que fuera rápido, porque debía trabajar para la señora Choi.

Se entretuvo con una hoja, hasta que los juegos comenzaron.

Si tenía que ser sincero, lo que menos había mirado había sido la competencia. Sus ojos se desplazaban con frecuencia al bello rostro que encandilaba a los espectadores. Sin poder evitarlo, observó cada mueca y cada postura que hacía Park Jimin. Desde acomodar su cabello hasta tronar sus dedos, el alfa captó todo.

Park Jimin llevaba una gargantilla brillante en su pálido cuello, una camisa blanca con un escote que dejaba ver las afiladas clavículas, metida adentro del pantalón negro ajustado. Incluso si se hallaba alejado del joven, el lobo usó su vista para detallar las expresiones duras del omega.

No sonrió. Y no lo notó entusiasmado, ni siquiera cuando un alfa derribó a su compañero de lucha y se inclinó ante él, dedicándole la victoria.

Ante ese hecho, su lobo alzó las orejas y se regocijó, complacido de que Jimin no le diera dos miradas a un cualquiera.

Jungkook debió cerrar los ojos cuando su alfa se descontroló una vez más, abrumándolo con sentimientos e impulsos.

Tenía que irse de allí, nuevamente.

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La caza era difícil, pero había aprendido a dominar los movimientos. Ser sigiloso, paciente, y atacar en el momento justo. Ser veloz y tener fuerza para derribar a tu oponente.

Podría decirse que lo estaba haciendo mejor que en un inicio, cuando apenas podía volver con tres liebres. Ahora su bolsa estaba llena, asegurándole una buena comida a su familia.

Por lo que encontró una piedra plana y se dejó caer, mientras sus músculos palpitaban y se contraían por haber estado corriendo tanto tiempo.

Había sobrepasado su límite. Como consecuencia, ahora jadeaba agitado y no podía obligarse a mover. Pero estaba bien. Era mejor así, antes que pensar en cosas que no debería pensar.

Campo De Jazmines {Kookmin/omegaverse}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora