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Se estaba acostumbrando a la rutina. Era tan simple como levantarse, desayunar, y esperar a que sus maestros llegaran a la casa. Su día era tan monótono, que hasta había aprendido las manías de cada persona en esta casa. Estando tan aburrido y sin poder salir más que al jardín, su nuevo pasatiempo era observar a la familia Park y a sus educadores.

Para empezar, el líder, Park Yeong, bajaba de su habitación con un traje negro y se sentaba a la mesa con una expresión sombría; le gustaba beber café en silencio, y llevaba una libreta en la cual vivía escribiendo; luego de su desayuno ameno su rostro se transformaba en uno más cálido. Jungkook lo veía partir a su trabajo en el carruaje.

Park Sunmi era una mujer más alegre que su esposo. Tenía una sonrisa suave al momento de aparecer en el comedor; saludaba a Jungkook incluso con una voz cantarina. Jungkook no sabía a qué se dedicaba la mujer, pero también se iba junto con Yeong en el carruaje.

Park Hoseok se parecía a su madre en cuanto a la animosidad. Se arriesgaba a decir que era el más alegre sentado a la mesa. Desprendía mucha energía, tanta que hasta Jungkook le hacía mal presenciarlo a tales horas de la mañana.

Y en cuanto a Jimin... Jungkook no se atrevía a mirarlo demasiado. Al menos no luego de aquella noche en la que se encontraron en la cocina. Estaba completamente avergonzado, y, por otro lado, tenía miedo de ofender al lobo omega de alguna manera. Pero Jimin no parecía enojado ni disgustado, si la forma en que saludaba con un asentimiento quería decir algo.

La familia Park eran personas muy ocupadas, contrario a lo que uno podría pensar sobre las comodidades de tener sangre real. Pero había días como aquellos en los que se reunían como buena manada y compartían abrazos y marcas de olor. En esos días, la soledad pegaba especialmente a Jungkook.

Podía oler la mezcla de olores y los gestos de cariño desde su habitación, y se sentía a miles de kilómetros de su verdadera familia.

Pero estaba bien, pensó. Ellos estarían bien ahora, tendrían mejores oportunidades y una buena vida. Y eso le ayudaba a contrarrestar el sentimiento apagado e hiriente que latía en su pecho.

Bajar a comer también se sintió incorrecto. Un completo extraño presenciando el momento familiar.

Lo único bueno que pudo sacar de esto fue que el aroma de Jimin se había atenuado lo suficiente con olores ajenos como para no hacer burbujear su estómago.

—¡Luna! Está arruinado. Estoy arruinado. Ya no sirve. —el berrinche de Hoseok lo tomó por sorpresa cuando iba bajando las escaleras.

—No está arruinado, hijo. Puedes ponerte otra cosa. Lo arreglaremos para el próximo evento. —Sunmi acarició con ternura el cabello de su hijo, sentándose a su lado en el sillón.

—¡Pero...! —se quejó él, pegando brincos en el lugar.

—Cálmate. —gruñó Jimin, agarrándose el puente de la nariz con dos dedos—. Nadie va a fijarse en qué llevas puesto.

—¡Sí lo hacen! ¡Y critican! ¡Siempre critican! Tú lo sabes bien.

Jungkook llegó al final de las escaleras, y se quedó quieto, sin saber si saludar o ignorar la discusión. Sin embargo, Jimin levantó la vista, reconociendo su presencia.

—Te estábamos esperando. —dijo, arqueando un ceja.

Jungkook se sintió pequeño. No había bajado más temprano porque su nariz estaba más sensible que de costumbre, y su corazón se sentía más sólo que de costumbre. Se suponía que cuando él apareciera, los Park ya habrían cenado. Pero lo habían esperado, y ahora sólo tenía culpa.

Campo De Jazmines {Kookmin/omegaverse}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora