Epílogo

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Martes 10 de Julio, 4055

12:35hr

...

El pequeño Hitoshi corre en medio de la mata de dientes de león, palmas abiertas golpeteando los copos a su paso. Su cabello rubio parece mimetizarse con las flores creciendo al lado de los copos; sus ojos carmines brillan risueños, llenos de alegría cada que la pelusa de la planta se esparce en el aire. Ochako se ve contagiada por esa alegría, observándolo con una gran sonrisa mientras lo vigila. Acaricia su vientre ligeramente abultado, imaginando que un día será su propio cachorro al que vea correr por la vegetación, que será ella quien esté en labor de parto, como Denki lo está ahora y es la razón por la cual debe de cuidar de su hijo.

Toma un diente de leo y lo sopla cerca al menor, él estornuda y ella ríe. Como omega que es, su instinto materno nace cerca de los cachorros y es imposible que se negara en cuidar a uno tan pequeño. Por ello, no es ninguna molestia que el grupo le asigne tareas. Parte de aprender a convivir en esa nueva sociedad que están construyendo, es implantar roles. Algunos pocos han sido asignados de acuerdo a sus capacidades, sobre todo, aquellos que han llevado vidas fueras de laboratorios y sus conocimientos pueden ser aprovechados e impartidos a otros. Para el resto, los roles han sido designados de acuerdo a los géneros y aspectos que estos aportan por sí solos.

Estaban los alfas. Grandes, fuertes y temperamentales, con la misión de proteger a la manada. Resguardan el bosque en grupo, rodean la periferia de la pequeña villa que han elevado en chozas de madera y hojas secas. Luego estaban los betas que, sin periodos de celos que interfieran con sus tareas, sin aromas que les distraigan y con una fuerza que debía ejercitarse, eran ideales para el trabajo de campo, caza y demás tareas de apoyo en la manada.

Por otro lado, los omegas como ella, contribuían al cuidado de los cachorros, tanto de otros omegas como de betas hembras. El instinto materno es lo más arraigado que traen consigo, llevándolos a proteger a los cachorros que sienten como suyos, con su vida de ser necesario. Ochako había visto al pequeño Hitoshi desde que nació en mitad de su huida, no permitiría que nadie le dañara y Denki confiaba en ella para esa tarea.

—¡Ochako! —le llama animoso el pequeño, extendiendo el dedo hacia ella. Le muestra una mariposa posada en él.

Ella se enternece. Hitoshi solo tiene cuatro años y, aunque ha nacido ya en libertad, aun le sorprende cada pequeño detalle de la naturaleza que descubre ¿Cómo no hacerlo? Ella misma continúa encontrando asombrosas algunas cosas.

Han sido cuatro años de novedades, de aprender a convivir y adecuarse. Tiempo en el que han debido caer en cuenta que, a diferencia del laboratorio, ahí no habría quien les alimente y proteja. No había un techo bajo el cual dormir e incluso, el colchón duro de su celda, era una delicia, a diferencia de dormir sobre tierra dura. El primer año había sido el más difícil, asentándose en cuevas, conviviendo con insectos, murciélagos y mugre. Era un lugar frio, oscuro, húmedo.

Pero eran libres.

O eso solían decirles Nejire y Mirio, los líderes de la manada.

Habían tenido bajas, demasiadas.

En inicio, los animales salvajes eran un peligro, siempre al acecho, atacándolos. Incluso durante su gran caminata hasta ese punto, los alfas debieron enfrentarse a una manada de lobos. La escasez de insumos llevó a algunos a morir por sus heridas infectadas. Lo que derivó en las incursiones a villas cercanas, donde saqueaban los invernaderos, establos y almacenes.

Otro tanto murió a causa de armas de los custodios de las villas.

Cuando la utopía que habían creado ahí afuera parecía desmoronarse, apareció su último recurso: Las misiones suicidas. Aquel fue el nombre que le pusieron a los ataques que prepararon hacia otros laboratorios y camiones de trasporte. Ochako podría contar con los dedos cuantos de los que salieron de la villa continuaban aún con vida. El corazón se le estruja de recordar las veces que vio retornar a los alfas de sus misiones, con más gentes nueva, dispuesta a aportar en la manada; pero sin otros tantos que ella ya había empezado a considerar familia.

Confinamiento [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora