Parte III

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Miércoles 16 de octubre.

22:45 hr.

...

Aizawa nunca soñó con ser médico. 

Verdaderamente, nunca soñó con nada, como todos ahí. 

Segundo hijo del primero compromiso de su madre. El menor en la familia de cinco del segundo compromiso. Con solo seis años le había tocado conocer una de las peores realidades en el mundo en el que vivía, su padre se había quitado la vida en la sala de su casa, cansado de la presión que ejercían sobre él.

La nueva pareja de su madre era un hombre mayor y venia de una situación similar; con la diferencia de que ella era su tercera esposa. Fue fácil deducir el porqué del final de las dos primeras, cuando al cabo de un mes la, violencia empezó a imperar en el hogar. No había mucho que hacer, mientras la familia continuara creciendo la violencia no era causal de divorcio y su madre —lamentablemente— ya se encontraba embarazada al poco tiempo.

A los doce años, había tres nuevos integrantes en su familia y las peleas seguían siendo cosa de todos los días. A los catorce, su hermano mayor partió y un año después, recibieron una carta sobre él. La única información que las familias recibían de sus hijos luego de partir, era cuando fallecían.

Su hermano tomó el mismo camino de su padre.

Siempre supo que el trabajo ahí fuera no era fácil. Lo vio en su padre, lo veía en su padrastro que se ahogaba en alcohol que conseguía de manera ilegal, siguió con su hermano y ahora, tenía certeza, de que seguiría él.

A los dieciocho años, Shota recibió una carta, pero no la que esperaba.

Sus calificaciones habían sido sobresalientes en comparación de la media de alumnos, esto le había abierto una posibilidad que no había barajado antes. No había forma que lo hiciera, nadie hablaba nunca de la universidad y si bien entendía que existían profesionales (veterinarios, médicos, ingenieros, etc), se sobreentendía que todos ellos pertenecían a ciudad central y no al hijo de un agricultor de un poblado x.

Una semana después, partió a ciudad central. Un examen decidió su profesión, pero poco importaba. Shota había quedado maravillado con las libertades que las personas poseían en esa urbe encapsulada bajo un domo que les proveía oxígeno limpio. Habían mercados, tiendas, restaurantes. Las personas interactuaban entre ellas y no se mantenían mudas unas al lado de otras como su padre le contaba que trabajaba.

¿Cómo podían existir dos realidades tan distintas en un mismo territorio?

La pregunta quedó en el olvido cuando empezó a disfrutar de esa libertad e ignorar su vida pasada.

Durante años se dedicó a sus estudios, pues los privilegios obtenidos eran mantenidos solo gracias a eso. Luego, fue residente en el hospital de la universidad. Una vida tranquila, a penas apoyando en partos o accidentes menores en casa. No fue hasta que se le envió a un hospital dentro de un poblado, que el sueño se acabó. Nuevamente se veía confinado en una edificación, imposibilitado de andar con libertad por las calles. Días interminables que aprovecho para iniciar una pequeña investigación sobre el porqué el aire ahí fuera era mortal para ellos, mas no para los animales. Leyó cientos de tesis que trataban el mismo tema y dejaban conclusiones poco claras.

Sus investigaciones llegaron a oídos del médico en jefe, quien lo transfirió a un laboratorio en donde sus aportes serian de mayor ayuda.

Shota jamás imaginó lo que vería ahí.

Si le sorprendió enterarse sobre los experimentos en humanos que se realizaban en dichas instalaciones, la piel se le terminó por escarapelar al ver el trato que se ejercía sobre a estas nuevas "razas".

Confinamiento [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora