Llega un punto en la vida en que aprendes a vivirla sin ser feliz, sin estar completamente seguro de que ese camino es el indicado, cuando estás en el borde de una línea frágil, entendemos que las razones, las motivaciones ya no son suficientes. Solo sigues el rumbo por el que te lleva el aire, uno que sofoca, oprime, ahoga, que te deja en angustia, soledad y desesperanza, porque entonces la nebulosa de lo que era tu mundo, ya es sublime. No tiene amor porque se lo han llevado, te lo robaron en la sonrisa, en aquella dulce mirada, en la esencia de un alma que te acompaño, y sin razón la destruiste, mientras tú también te consumías.
A pesar de todo, sigues amando e intentas que ese amor no muera, quizá es difícil resurgir, pero es mejor guardarlo aunque duela, a nunca haberlo vivido y creer que sigues triunfando.
Para Fernando Mendiola no fue fácil ver cómo la mujer que amaba se le fue como agua entre los dedos, quizá en el fondo siempre supo que era una batalla pérdida, una que tal vez nunca quiso luchar, porque las verdaderas armas para lograr su victoria nos las tenía, cuando las junto ya era demasiado tarde.
Ella, su Lety ya había elegido.
Pero, el amor es eso ¿no? Querer la felicidad del otro aunque tú te disuelvas por dentro, porque tu corazón dejará de latir por cinco segundos cada cierto tiempo, como cuando la ve en unos brazos que no son los suyos. Y si sonríes, entonces tú corazón vuelve a latir, lento, sin fuerzas pero te hace respirar para que sientas como tu alma se encuentra en pedacitos, que son difíciles de embonar, mejor dicho, ya no empalmaron nunca.
¿Qué queda?
Seguir: nada más esa simple acción, que se vuelve recurrente las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, finalizando en los trescientos sesenta y cinco días del año. Los días pasan y tú te vuelves infame, indigno, soez para avanzar en las batallas y adversidades que te presenta la vida.
Quien lo viera frente a la computadora con algunas sonrisas e ilusiones, creerían que Don Fernando nunca antes había sufrido algún dolor, lo que no saben es que aprendió a ponerse la máscara de la felicidad, pareciera que entre más tristeza sintiera por dentro, más fuerte se le veía por fuera, esa solo era una fachada, en las últimas horas Fernando Mendiola tenía más dolor que antes, pero que podía hacer si sus metas solo eran para otros y ya no de él.
"Perfecto, eres un genio." Aplaudió y se levantó de la silla, para ir a la pequeña impresora que tenía en esa diminuta oficina. "Y estás, ya no sirven." Tomó unas hojas y las rompió. "Lo que voy a necesitar serán colaboradores que me ayuden a aterrizar la idea de los casanovas."
"Don Fernando." Se abrió la puerta y él inmediatamente volteó... Entonces todo lo que se había logrado distraer, se ha ido por la borda al verla en su frente.
Leticia entraba a la oficina cautelosa, tímida, quizá con culpas. "No va a ir a descansar."
"No, no, no. Doña Lety voy a terminar con esto mejor." Para Fernando era más importante tener ese libreto, y que se grabara esa serie, era su única alternativa para sentirse un poco libre, y poder regresarle a sus padres su más grande patrimonio.
"Leticia, nos vemos." Aldo Domenzaín interrumpió la escena con dejos de altivez. Desde hace un mes salía con Leticia Padilla, estaba seguro que sería para siempre. Le había costado trabajo, pero si algo tenía claro es que no la dejaría ir tan fácil.
"Es que Aldo me invitó a cenar, porque me preparó algo especial que quiere compartir conmigo." Leticia sabía que no le debía explicaciones, pero sentía la necesidad de rendirle cuentas, no quería indagar porqué, pero lo sabía, siempre lo haría.
"Fernando, ¿Cómo estás?" Aldo preguntó al hombre al que le había ganado una batalla, esperaba que la guerra ya fuera por decreto.
"Bien." Fernando susurró por lo bajo, no era la escena, mucho menos algo que quería presenciar de solo imaginar que estarían juntos, en una cena lo hacía temer, arder, e imaginar lo que ya sabía: ella lo había tirado al precipicio del olvido, y lo peor sin paracaídas.
"Un poco, demasiada información." Suspiró bastante irritado, lo que más le dolía, es que sabía que si ahora las cosas son así fue por su culpa. "Váyase tranquila, por mi no se preocupe, puedo trabajar solo y hasta me concentro mejor, menos ruido."
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La Fea Más Bella: Por amarte así.
ContoLeticia Padilla y Fernando Mendiola tendrán que comprender que por amarse así, solo es la fortuna de un amor que estaba prohibido. Amar no solo se trata de afinidad o química hacía otra persona. No, amar es sentir respeto, conexión y libertad; es un...