No había dos almas en este mundo más afines que aquellas dos. Nadie lo hubiera dicho jamás y, sin embargo, así era. Ella era todo lógica, con los pies siempre anclados a la tierra y la cabeza en las nubes. Le aterraba el paso del tiempo, ser olvidada. Él se regía por el instinto, pero le dominaba el miedo cuando debía tomar decisiones importantes. Era arrogante al andar, como si fuese el dueño de aquello a los que muchos llaman mundo. Se cruzaron mil veces en mil sitios distintos, nunca fueron conscientes de la presencia del otro. Hasta que un día el caprichoso destino decidió cruzar sus caminos para convertirlos en uno solo.