Un día descubrirás que todo aquello a lo que renunciaste era todo cuanto tenías. Tu brújula ya no señala hogar alguno. Nunca encontraste felicidad, y nunca lo harás, pues nace de ti. Tus demonios gritaran con fuerza las palabras de quien, con el corazón desesperado, te suplicó perdón. No supiste perdonar, tampoco a ti mismo. Has de saber que un alma desgarrada nunca sana con mentiras. Planean sobre tu cabeza como nubes de tormenta y amenazan con noches lluviosas.
Un día descubrirás que un hogar no son cuatro paredes blancas, ni siquiera aquel rincón al que solías huir. Lo serán los ojos de quien siempre te quiso –y a quien tú siempre quisiste, pero nunca suficiente. Como grandes ventanas a los secretos de lo profundo. Desearás haberlo comprendido antes, porque entonces la vida se convertirá en un pasodoble en el que nadie te saca a bailar.
Un día descubrirás que ya es tarde. Que tú mismo te traicionaste, porque nadie te conoce mejor. Golpeaste con los ojos cerrados sin saber que derribabas a tu única esperanza. Debes entender que el tiempo no espera, no entiende de concesiones ni tampoco de corazones. Suele precipitarse y es libre de separar nuestros caminos.
Pero, entonces, será tarde.