Constelación octava: Plumas

101 4 0
                                    

Cuando somos jóvenes tenemos la cabeza llena de pájaros o, al menos, eso dicen. Obviamente, unos tienen más que otros, son como los sueños y las ganas de luchar. Los hay quienes los tienen de hermosos plumajes y pequeños como una caja de cerillas. Otros, tienen la cabeza repleta de enormes aves que, si bien también son hermosas, en ocasiones parecen volar en una jaula. Al crecer supongo que el ave -o las aves- abandonan el nido, unas más pronto que las otras. Entonces sólo quedan viejas plumas olvidadas  por aquí y por allá. De ahí nacen nuestras más tiernas y frágiles alas, suaves al tacto y pesadas como la carga del fracaso. Lo que muchos ignoran es que dicho fracaso debería ser utilizado a nuestro favor porque, en realidad, es un trampolín hasta las nubes. Los primeros saltos, de calentamiento. No hay prisa. Cuando uno se sienta capaz y preparado ha de coger de la mano a la persona que más quiera. Rodearte de quienes te hagan volar alto es importante pero tener a alguien que te rescate cuando las alas te fallen es imprescindible. Debemos arrojar los miedos e inseguridades. Que ellos salten primero. Antes de saltar uno ha de levantar la cabeza bien alto, con orgullo. Entonces, sin más demora, precipitate a la nada. A la incertidumbre y a las ganas de escribir un futuro próspero. Abre los ojos, ciérralos. No hay ninguna regla que lo dictamine. De pronto, algo sucede: las alas se despliegan a tu espalda, espléndidas y gigantescas. Entonces y solo entonces te das cuenta de que algunas de las viejas plumas de aquellos hermosos pájaros que un día vivieron en tu complicada cabeza forman parte de un todo. Tú eres el pájaro. Es el tesoro de los valientes, la recompensa de los que se arriesgan.  Después de todo solo me queda por decir: Espero que siempre encuentres el coraje y la fuerza para remontar el vuelo sobre las nubes.

   

Las mil constelaciones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora