Y por primera vez en meses el pecho se me encogió y la risa, ahora apagada, se me atragantó.
Como si todo en este tiempo de interminable espera, tu ausencia, no se hubiera convertido en tu única huella.
Como si todo aquel dulce transcurrir de largos días no hubiera supuesto la más triste de las despedidas.
Todavía recuerdo aquella noche en la que el cielo no era más que un lienzo carente de estrellas. Y míralas allí arriba, tan solas, tan bonitas.