Capítulo 3: El día en el que te convertiste en mi mundo

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-¿Y bien? ¿Lo llamaste?-

-Aún no- le contestó Dio desde la cocina mientras terminaba de preparar las tazas de café.

Enrico Pucci era un fiel amigo de Dio desde hace 12 años, ambos se conocieron cuando Dio estaba terminando su carrera de abogado. Se puede decir que se conocieron, indirectamente, gracias a Jonathan y su insistencia en bautizar a Giorno en la catedral de Milán, catedral donde Pucci se encontraba trabajando en ese entonces. Su amistad comenzó pasado el bautismo del niño, previamente Pucci los había invitado a él y a Jonathan a escuchar sus misas para que vean un poco de su trabajo y fue la manera en la que aquel siervo de Dios predicaba la palabra santa lo que interesó a Dio. Luego de tres domingos consecutivos asistiendo a misa, Dio se acercó hacia aquel joven cura y fue allí donde comprobó que Pucci era un hombre de cultura con el que se podían mantener agradables conversaciones. Pasado el bautismo de Giorno, Dio comenzó a llamarlo amigo, pues aquellas enriquecedoras charlas habían empezado a darse de forma más casual en la sala de estar de su hogar.

-¿Qué tal si lo llamas ahora?-

-¿Y qué le voy a decir? ¿Que casi me mutilo la polla pensando en su cuerpo desnudo? Tiene la misma reacción que un virgen cuando se trata de estos temas. Además, te recuerdo que estamos divorciados hace cinco años. Me trataría de loco- dijo Dio entrando a la sala de estar con una bandeja de café y masas dulces para apoyar en la mesa.

-Debes hacerle saber que te encuentras bien, se hayan divorciado hace cinco o diez años, el se preocupa por ti. Además, ¿cómo te atreves a catalogarlo como un virgen puro? ¿Debo hacerte recordar lo que te vi haciéndole hace doce años?- cuestionó divertido para luego beber un sorbo de café.

Dio lo miró de mala gana con las mejillas levemente sonrosadas. Por supuesto que no debía recordarle como metió a Jonathan al confesionario de la iglesia para mostrarle su erección, recordaba muy bien la cara de Pucci cuando abrió la puerta y lo vio rogándole a su esposo un poco de su atención. Luego de eso Jonathan dejo a Dio sin sexo durante dos semanas en un intento de acercarse a Dios nuevamente. "Qué infantil" pensó Dio recordando lo tortuosas que fueron esas semanas.

-Cuando lo llames deberías decirle que lo extrañas- sugirió el cura sacando a Dio de su trance.

-¿Eh? ¡¿De qué hablas?!- exclamó totalmente confundido.

-Lo extrañas, ¿no es así? La manera en la que te pierdes en el pasado cuando alguien lo nombra... Es decir, no es la primera vez-

-Por supuesto que pienso en él cada vez que alguien nombra el pasado, estuvimos casados durante diez largos años- se defendió.

-Sabes que no me refiero a eso. Puedo ver en tu rostro que cuando piensas en el pasado, no te remites a las experiencias o a los recuerdos en sí mismos, noto que tu mente directamente viaja hacia un lado sentimental, en esas experiencias pasadas recuerdas las emociones que alguna vez él causó en ti, tus sentimientos... Y cuando te sumerges en ese mar lleno de sentimentalismo y nostalgia, pones la misma mueca que pusiste aquel día donde me contaste que te dejó- confesó Pucci. Su semblante era serio pero a su vez era suave, como si tratara de endulzar sus duras palabras.

Dio se quedó en silencio por varios segundos hasta que finalmente habló.

-Estaré arriba- dijo tajante.

Pucci observó como su amigo se levantaba rápidamente para dirigirse a las escaleras . Sabía que había tocado una fibra sensible pero no se arrepentía, era momento de que Dio se sincerara con sus sentimientos para dejar de lastimarse a sí mismo.

Una vez que Dio llegó a su habitación, cerró la puerta y se tumbo boca arriba en la cama con la mirada perdida. Realmente no quería pensar en lo que dijo Pucci pero era inevitable. Sacó su teléfono celular del bolsillo y se dirigió hacia el contacto de Jonathan, sus dedos temblorosos aún no decidían que hacer.

Memorias recuperadas // jonadioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora