Capítulo 10: Camelia, te querré por siempre

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N/A: Pensé que el capítulo no había gustado y por eso no me llegaba ningún tipo de notificación hasta que recién revisé y resulta que el capítulo había quedado en borradores ajajajajaj. ¡Yo juraba que lo había publicado! En fin, PERDÓN por este inconveniente no va a volver a pasar, ¡lo juro! Pero bueno, ya me callo, disfruten el capítulo :)

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Eran las dos de la tarde y Jonathan se encontraba bebiendo una taza de café amargo mientras escuchaba el tecleo de la laptop de Speedwagon. Se había despertado hacía tres horas entre las burlas de su amigo y la molesta erección matutina presente en la vida de todo hombre, solo que en su caso, fue alentada por un sueño húmedo protagonizado por su ex marido. Los excesos de la noche anterior no se hicieron esperar; las ojeras, el dolor de cabeza y el malestar estomacal estaban perfectamente reflejados en la cara del arqueólogo, que a duras penas había tomado más de cuatro sorbos de aquel líquido caliente que ocupaba todo el volumen de su taza favorita.

-¿Vas a beberte ese café?- Preguntó Speedwagon sin dejar de trabajar.

-Me siento como la mierda- le respondió el morocho.

-¿Aún no mandaste ningún mensaje? Esas flores se van a marchitar y esos chocolates se derretirán- le volvió a hablar el rubio, pero esta vez, mirándolo.

El rostro de Jonathan se transformó rápidamente en una mueca colmada de tristeza. Horas atrás, cuando se había despertado, él y su amigo repasaron los sucesos de la madrugada. Jonathan se sintió sumamente avergonzado por su comportamiento y para su desgracia, recordaba cada cosa que había hecho y dicho, pero por sobre todas las sensaciones bochornosas, se sintió extremadamente culpable por su accionar con Dio y con Erina. Por un lado, se sintió sumamente inescrupuloso por haber compartido tan húmedos e indiscretos besos con aquella mujer, no podía creer haber accedido a dormir con ella, y por el otro lado, quería morir por haberle mostrado a su ex marido tal debilidad ante su presencia. Y eso fue lo que lo hizo levantarse de la cama y salir del hotel en busca de su redención. A los pocos minutos de su caminata, había encontrado una florería abierta y armó un pequeño, pero muy expresivo, ramo de flores. Sus manos se movieron solas entre las estanterías que contenían floreros repletos de palabras silenciosas y colores brillantes, y solo cuando se quedó sin palabras, fue en busca de más hacia el pequeño jardín botánico que con gentileza, la florista le había indicado, totalmente fascinada con el conocimiento del hombre respecto al lenguaje floral.

Y así empezó a armar su ramo de flores, como si de un poema se tratase, cada flor reflejando una palabra abstracta, un sentimiento. Alhelí amarillo, fidelidad en la enfermedad. Estaba profundamente agradecido con Dio por su atención, aún divorciados, supo que siempre estaría a su lado. Luego, un alhelí encarnado, que reflejaba la belleza duradera de aquel que en algún momento había considerado su esposo. Siguió con una peonia blanca, porque estaba agradecido por tenerlo en su vida. Y para finalizar, una salvia, ya que aún pensaba en él, y de algún modo, quería hacérselo saber.

Cuando terminó de recoger las flores, se sintió satisfecho. Supo que no era el ramo más bonito, pero eso no le importó, no quería que fuese lindo, quería que transmitiese algo. Justo cuando estaba por pagar, sus ojos se quedaron fijos ante un enorme ramo de flores rosadas con un sinfín de pétalos. No entendía como no lo había visto antes ya que se encontraba justo en la entrada de la florería. Aún embelesado por aquella flor, se acercó dubitativo y tomo una para agregarla a su ramo, colocándola de forma que pasara por desapercibida. Se quedó unos segundos admirando su obra de arte, con temor de estar siendo muy atrevido o quedar como un ridículo ante los ojos de Dio. Jonathan conocía muy bien esa flor ya que era la que le había regalado al rubio en su noche de bodas. El hombre sonrío ante el recuerdo, cuando se casaron, él sabía que Dio no tenía mucha idea de flores y mucho menos de su significado, por lo que en el tallo de la flor, con un lazo rojo, había atado una tarjeta que aclaraba la especie y su significado. "Camelia, te querré por siempre".

Memorias recuperadas // jonadioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora