Capítulo 5: Actos de amor

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Ubicada en uno de los barrios privados más exclusivos de Liverpool, la imponente mansión Joestar destacaba de las demás por su belleza y elegante estructura francesa. Con una entrada lateral especial para la entrada de carruajes y la puerta principal, forjada finamente con hierro, era gigante y daba la misma sensación que un umbral a otra dimensión. Y así era. Entrar en aquella casa era viajar a épocas doradas. Apenas abrieron la puerta, los tres hombres se vieron invadidos de memorias. Jonathan y Jotaro intercambiaron miradas fugaces, pues el salón principal había sido testigo de sus primeros pasos, sus primeras peleas, sus primeros bailes y sus primeras borracheras. La casa había sido construida a principios del siglo XX, por lo que en las plantas bajas no había baños si no un toilette de recepción, y los salones eran de uso social y en el caso de los Joestar, fueron el punto de encuentro de reuniones familiares, de negocios y amigos durante al menos tres generaciones, con comedor, sala de billar y de música.

Jonathan notó a lo lejos que aún se conservaba él ascensor original, el cuál dirigía a las 2 terrazas de la planta alta, y se acercó lentamente para poder visualizarlo mejor.

-¿Recuerdas cuando papá atrapó a Joseph con su novia y su mejor amigo aquí?- dijo entre risas mirando el interior del ascensor, causando una sonrisa en su hermano.

-Maldito promiscuo...-

-Oh Santo Dios, ¿recordarán eso siempre que vengan aquí?- se oyó la voz de Joseph.

Jotaro y Jonathan se sorprendieron al escucharlo y escanearon rápidamente la planta baja en busca de su hermano menor. Y de la escalera ubicada en la esquina del salón, Joseph se encontraba recostado sobre la baranda mirando la situación con diversión. Les dio una sonrisa y se dispuso a bajar para saludarlos. Habían pasado varios años desde la última vez que se vieron.

Una vez que estuvo a una distancia considerable, abrió sus brazos de par en par, invitándolos a unirse a un abrazo cálido que denotaba lo mucho que se habían extrañado.

-Feliz cumpleaños Joseph- Jonathan fue el primero en saludar, intensificando un poco más el abrazo.

-Oh ya, no vayas a llorar, te conozco- bromeó.

En el medio del abrazo, Jotaro abrió los ojos. Giorno.

-Jonathan- lo llamó mientras se separaba del abrazo- ¿Donde fue Giorno?-

-¿Giorno?- preguntó Joseph en un tono de sorpresa.

Jonathan giró su cabeza en múltiples direcciones en busca de una cabellera rubia pero el único rastro que había dejado era su maleta blanca.

Cuando llegaron a la casa, Jonathan y Jotaro no fueron los únicos invadidos por memorias perdidas en el tiempo. Giorno se encontraba luego de diez años en el lugar donde había pasado excelentes vacaciones con sus padres durante su infancia. Tardes de té helado junto a la fuente de agua mientras sus padres le sacaban fotos y adornaban sus rizos con crisantemos recién florecidos, noches enteras en la biblioteca leyendo cuentos en regazo de papá y desayunos no tan apetitosos en el desayunador de mármol cubierto de maquillajes de su otro padre. Pero ahora esas magníficas experiencias no eran más que fantasmas que vagaban por su mente de vez en cuando, sabiendo que era imposible revivir o crear nuevos recuerdos de ese estilo, al menos no con sus padres juntos.

Apenas entraron, Giorno notó que su padre y su tío se habían perdido entre los recuerdos por lo que no tuvo problema en irse por el pasillo que se encontraba cruzando el salón, al otro lado del ascensor. Notó que las altas paredes ahora tenían boiseries en sus terminaciones y lo que en su momento era un piso de madera ahora era un extravagante mosaico, algunas puertas estaban cerradas pero no se atrevió a abrirlas, tratando de recordar el interior de aquellas habitaciones. La única puerta que se encontraba abierta era la de la cocina, a la cuál le dio un rápido vistazo para encontrarse que había sido totalmente remodelada, y sonrió con tristeza al ver la nueva heladera, todos los imanes y dibujos que había pegado habían sido removidos.

Memorias recuperadas // jonadioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora