- Y... Listo -hablé a mi gato encendiendo la última vela en la mesa- ahora no más falta esperar que sí venga. Gary, no lo vayas a morder.
Mi gato salió de detrás de la mesa y empezó a frotarse contra mis pantorrillas mientras ronroneaba. Era mi única compañía; luego de haber muerto mi padre nos quedamos en la ruina, a los cuatro años tuvimos que vender la casa e irnos a un campo de casas rodantes, al sur de Londres. Pasaron tres años ahí, apenas y podíamos sobrevivir con los distintos tipos de artículos tejidos que vendía mamá y vídeos, que a escondidas de mamá, vendía en línea... No es algo de lo que esté orgulloso hoy en día, pero necesitábamos dinero, y me habían propuesto hacer vídeos bailando en ropa interior, no me quedaba más que aceptar... Más sin embargo, un año más tarde mi madre murió y mi hermana aún estaba en la escuela y yo ya era mayor de edad, no pagaban tanto por solo bailar frente a las cámaras pero tampoco podía permitir que alguien de la escuela de mi hermana me viera haciendo otro tipo de vídeos y le contaran eso, mucho menos sabiendo que le podrían hacer bullying, así que empecé a trabajar como recadero con algunos vecinos, luego como jardinero y luego encontré un letrero en el que pedían un mesero para un café, me presenté y me quedé con el puesto.
El timbre sonó devolviendome a la realidad. Si había venido ¡Al fin había aceptado! Me dirigí de inmediato a la puerta y la abrí, enseguida pude ver que una cabellera castaña se movía hacia el ascensor, pero se giró en cuanto escuchó el ruido de la puerta abriéndose.
Por un momento no supe qué hacer, no la veía desde hacía mucho tiempo, en cuanto supe que había conseguido un trabajo con el que podría sostenerse me vine a la capital y nunca volví a saber nada de ella.
- Elizabeth -me escuché pronunciar.
-Geoffrey -casi chilló de emoción y se vino corriendo hacia mí apretujandome en un gran abrazo.
Su gesto me tomó por sorpresa, a decir verdad, no pensaba volver a verla nunca más. Tardé un par de segundos en darme una cachetada mental y corresponderle el abrazo.
Duramos abrazados un par de minutos hasta que ella levantó la cabeza y me dejó ver que estaba sollozando, tenía los ojos rojos e hinchados por el llanto, fue cuando bajó la cabeza tratando de esconder su mirada de la mía que me fijé en las maletas que había dejado en el pasillo para abrazarme.
- Ven, entra -la tomé de la mano para llevarla hacia adentro pero ella se volteó hacia sus maletas-. Entra, yo las llevo.
La dejé en la puerta para que ella siguiera mientras yo iba a traer las maletas, cuando entré cerré la puerta con un pie, traía tres maletas pequeñas. Cuando entré la encontré en el pasillo hacia la sala observando todo desde ahí.
- Ven -le dije pasando por su lado para llevar sus cosas a una de las habitaciones-. Siéntate en la sala, y en la cocina hay comida si quieres.
Abrí la habitación y encendí la luz, todo se veía deteriorado con una capa de polvo encima, tendría que limpiar, pero primero que nada debía saber qué le había pasado a Elizabeth luego de haberme ido de su lado. Limpié la superficie de una de las mesitas de noche para dejar ahí las maletas y salí de ahí de nuevo hacia la sala.
Entré a la sala y la encontré sentada en el sofá, ya se le había calmado el llanto, pero seguía con los ojos rojos y vidriosos, su mirada era una combinación entre la tristeza y el horror. Me acerqué lentamente hasta llegar a su lado y me senté junto a ella pasándole un brazo por el hombro. No necesitaba que me contara qué le había pasado para saber que lo que fuera, le había afectado en gran medida; tampoco necesitaba saber cómo es que sabía dónde vivía, todo eso había pasado a un segundo plano en cuanto la vi llorando.
Logré calmarla, y luego duramos un pequeño rato hablando de lo que cada uno había hecho después de que la abandonara; me contó que el trabajo en el que estaba cuando yo me fui era muy bueno, pero que luego de un tiempo llegó un nuevo jefe que empezó a acosarla, y cuando ella se rehusó a sus deseos la hizo echar, sacando como excusa un recorte de personal; luego de eso se quedó sin trabajo por dos meses, no tenía qué comer y lo poco que conseguía no tenía cómo cocinarlo, pues no tenía dinero para un cilindro de gas siquiera. Hace unas semanas que vivía en la capital y un día en cuanto me vio en el café me reconoció, me siguió esa noche y supo dónde vivía...

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Rompecorazones.
Misteri / ThrillerOjos grises, cabello castaño, piel morena, 1,89 metros de altura, músculos perfectamente simétricos y sonrisa encantadora, la combinación perfecta para atrapar a quien quisiera. Philippe es un chico aparentemente normal, trabaja al igual que todos e...