Capitulo 4

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Cicatrices

Sara despertó con un fuerte dolor de cabeza y con la boca muy seca. Se extrañó de estar en una habitación que no era la suya y solamente cubierta por una sabana. Al principio sintió miedo ya que no recordaba muy bien lo que había pasado la noche anterior, pero cuando vio una foto suya con su prometido supo que nada malo podría haber pasado.

El sonido de la puerta abriéndose la hizo enderezarse para ver a Franco con una charola que tenía jugo de naranja, chilaquiles y una rosa en un florero.

—¿Cómo está la mujer más hermosa de este mundo? —preguntó el menor de los Reyes dándole un beso a su prometida.

—Me duele mi cabeza—respondió mientras tomaba el vaso de jugo—¿Me cuidaste toda la noche?

Franco se sentó a su lado y le dio un beso en la cabeza

—Como será toda la vida—hizo una pausa—Sara, ¿Qué son esas marcas que tienes en la espalda?

El tenedor cayó sobre el plato.

—¿Marcas? —quiso mentir la muchacha—No, no sé de qué hablas.

Se puso nerviosa y se acomodó el cabello.

—No me mientas por favor—pidió el rubio—Esas marcas, parece como si te hubieran golpeado.

—Realmente no lo sé, supongo que de alguna caída del caballo —puso la charola de lado y se levantó cubriéndose con la bata que tenía próxima.

—Sara, no sé por qué pero no te creo—soltó Franco—tan sólo te hablé de ellas y te pusiste muy nerviosa y además no parece que sean cicatrices de una caída—suspiró—anoche las miré detalladamente y conozco muy bien qué son—se levantó y quedó frente a ella—Sara, esas marcas provienen de golpes con un fuete—la muchacha bajó la mirada—¿Es eso? ¿Fue Escandón cuando aún estabas en la hacienda?

Sara con la cabeza abajo, comenzó a llorar.

—No, no fue Escandón—se apoyó en el pecho de su prometido—pero no te lo puedo contar, Franco, entiéndeme es algo muy personal.

Memorias comenzaron a llegar a la mente de Franco. Visualizó el día de la cabaña, como Doña Gabriela llegó muy alterada y lo obligó a irse, recordó también como fue a verla y sus hermanas la negaron, asegurándose de que se sentía apenada por lo que acababa de pasar y como cuando la volvió a ver lucía más delgada y ojerosa, pero nunca pensó que algo grave pasaría.

Sin pensarlo dos veces, Franco soltó a Sara y bajó corriendo tomando las llaves de Jeep, enseguida Sara hizo lo mismo, llamándole por su nombre para evitar que se fuera.

—¿Qué pasa, Sarita? —preguntó Norma que salió del comedor después de escuchar los gritos.

—Creo que Franco va a ver a mi mamá—tomó aire—vio las cicatrices en mi espalda y creo que descubrió que mi mamá me golpeó.

Jimena Salió detrás de su hermana mayor junto con su esposo y cuñado.

—¿Qué pasa? —preguntó Jimena.

—Juan, tienes que detener a Franco—pidió Norma ignorando a su hermana—se dirige a San Isidro.

—¿Por qué? —insistió Jimena

—Va a buscar a mamá por lo que pasó con Sara.

Los ojos negros de Jimena se abrieron asustados e imitó la acción de su hermana insistiéndole Oscar que los acompañara.

—En el camino les explicamos—dijo Norma—Sara, tú no te preocupes, nosotros lo detenemos.

Sara vio cómo su familia corría hacia los autos, sin embargo ella no se iba a quedar quieta sin hacer nada, mientras veía como su novio iba a reclamarle cosas que a su madre que ya estaban en el pasado. Ella mejor que nadie sabía que su madre ya había pagado por todo el mal que les había causado. No era justo que en ese momento le reprocharan cosas.

Preparativos de bodaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora